El exministro del Interior español José Barrionuevo ha asegurado este domingo que fue él mismo quien ordenó liberar a Segundo Marey, que fue secuestrado por los GAL en 1983 por equivocación, como parte de la guerra sucia contra ETA, como el propio Barrionuevo también denomina. El origen de la “equivocación”, otra orden de secuestro en Hendaia contra un miembro de la organización armada, en concreto, ETA político-militar, Joxe Mari Larretxea.

“Marey estuvo detenido nueve días por un grupo de la policía española que se equivocó, y cuando me entero yo digo que hay que soltarlo, porque la alternativa a ver cuál era”, evoca Barrionuevo en El País, donde asegura que los hombres encargados del secuestro, a sueldo de los fondos reservados del Estado español, “no iban buscándolo a él. Se equivocan y entonces la alternativa es… lo tenemos, está ahí, esto va a ser un escándalo y tal…”.

Condenado junto a Rafael Vera, Julián Sancristóbal y otros cargos de Interior en 1998 por este caso, con el agravante de que cuando supieron que no era miembro de ETA prolongaron su cautiverio según el fallo judicial, Barrionuevo niega tal circunstancia y asegura que fue él quien ordenó su liberación.

Mandé que se trajeran al jefe de la operación”, describe Barrionuevo una orden de secuestro contra Joxe Mari Larretxea, a quien adjudica la responsabilidad del cautiverio del capitán de Farmacia Alberto Martín, secuestrado el 5 de octubre de 1983 y asesinado quince días más tarde. “No sabíamos dónde lo tenían pero sí quién era el jefe y lo llegaron a coger. ¡Pero era un tipo tan grande que no cabía en el maletero del coche!”. Los gritos de Larretxea alertaron a los gendarmes franceses y “se desbarató el asunto”. “¿Eso era guerra sucia o no?”, pregunta el periodista, a lo que Barrionuevo responde “eso es”.

El exministro, que resta importancia a la confesión recordando que “yo lo asumí en el Congreso y no hubo ninguna repercusión”, reconoce que su orden era constitutiva de “delito”, circunstancia ya prescrita hoy.

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Unas declaraciones del que fuera ministro del Interior desde 1982 y 1988, que hoy tiene una avenida en su Berja natal (Almería), que suenan similares a las que hace unos años el propio Felipe González hizo al mismo medio, cuando en 2010 reconoció que tuvo que “decidir si se volaba a la cúpula de ETA (en Bidart). Dije no. Y no sé si hice lo correcto”.

Confesiones de un periodo de la guerra sucia que solo está viendo aclarados algunos de sus episodios con décadas de retraso, cuando los delitos han prescrito.