La guerra de 1936 se ganó desde el aire. Así lo afirmó el coronel Wolfram von Richthofen, jefe de estado mayor de la Legión Cóndor: “Paso a paso se ha hecho retroceder al rojo con graves bajas en personal y en su moral, y pocas en su material. El rojo se sostiene y defiende tenazmente, hay que arrancarle del alma cada paso adelante. Puesto que algunas tropas de la infantería solamente avanzan cuando el enemigo no dispara, y la artillería española siempre lo hace demasiado tarde, lentamente y mal, a la hora de anular totalmente al enemigo, todo el peso de la lucha recae sobre la aviación, que deprime moralmente al enemigo en un primer término, y solo en un segundo al producirle bajas y al perseguirle cuando corre, le quita los ímpetus y obstaculiza el aprovisionamiento y el tránsito, y sobre las dos baterías antiaéreas que nuestra gente maneja siempre en la primera línea, las cuales sacan de las posiciones al enemigo y le hacen desbandarse en su retirada. Podemos llevar a cabo este trabajo porque el enemigo carece en absoluto de aviación. Los dos o tres cazas con que contaba han sido abatidos o aniquilados en los aeródromos”.

Incluso el general Werner von Blomberg y Mussolini admitieron en junio de 1937 que la caída de Bilbao se había debido fundamentalmente a la acción de los bombarderos alemanes. Hitler dijo lo mismo de otro modo: “Una cosa es absolutamente segura. La gente dice que fue una intervención divina la que decidió la guerra civil en favor de Franco; quizá sea así, pero no fue una intervención del estilo de las de la Madre de Dios, que ha sido recientemente galardonada con el bastón de mariscal de campo, sino la intervención del general alemán (Wolfram) von Richthofen y de las bombas de sus escuadrones que llovían desde el cielo la que decidieron la cuestión”. Y recomendó a Franco que erigiera un monumento a los Junkers Ju52 a los que debía la victoria.

A mediados de abril de 1937, la Legión Cóndor disponía de 30 bombarderos, 44 cazas y aviones de ataque a tierra, al menos 17 aviones de reconocimiento (que serían utilizados profusamente para llevar a cabo ametrallamientos desde el aire) y un avión de enlace en los aeródromos de Burgos y Gasteiz. Todos ellos destinados al frente vasco. A su vez, la fuerza aérea italiana contaba con al menos 83 aparatos (entre ellos 18 bombarderos en los aeródromos de Gasteiz, Soria y Logroño) actuando en Euskadi. Tal como informó el embajador británico Henry Chilton, frente a estos 175 aviones rebeldes, el gobierno de la República solo tenía ocho cazas en Bilbao a principios de abril de 1937, los cuales serían derribados o destruidos en menos de un mes.

Experimentos de guerra

Ante la total ausencia de aviación republicana en Euskadi, la guerra en el aire constituyó un experimento constante sobre la naturaleza, alcance, efectividad y efectos materiales de los bombardeos de terror. En consecuencia, Richthofen bombardeó cuanto pudo, donde pudo, con la máxima intensidad que pudo y de la forma más efectiva posible. Tal como expresó en su diario, la campaña de bombardeos de terror que puso en marcha en la primavera de 1937 tuvo un doble efecto moral y material sobre las milicias vascas. Desde primera hora de la mañana, bombardearon las posiciones del frente durante al menos ocho horas al día (“día de sol significa lluvia de fuego”). Ello generó extensos incendios forestales: Richthofen no dejó de quemar con incendiarias todos los bosques a su paso, de Otxandio a Bilbao. Por las tardes se bombardeaba la moral del pueblo mediante el ataque sistemático y diario de núcleos urbanos. Gernika representó el epítome de los bombardeos de terror, pero Euskadi sufrió más de 1.200 operaciones de bombardeo entre el 22 de julio de 1936 y el 18 de agosto de 1937. Una operación de bombardeo es el ataque aéreo de un objetivo en una jornada de guerra concreta. En consecuencia, una única operación de bombardeo puede conllevar varios ataques aéreos: Se han registrado más de 2.000 bombardeos sobre suelo vasco entre 1936 y 1937. El 91,5% de los ataques aéreos fueron rebeldes y el 8,5% republicanos, un índice del absoluto dominio del aire del bando sublevado.

Esta alta tasa de bombardeos aéreos se traduce en un gran tonelaje de bombas arrojadas. La Aviazione Legionaria lanzó más de 40.000 bombas explosivas e incendiarias en Euskadi entre el 31 de marzo y la caída de Bilbao, lo que supone un mínimo de 440 toneladas de explosivo. La Legión Cóndor arrojó una mayor cantidad de bombas y hay que sumar las bombas lanzadas por las Fuerzas Aéreas del Norte. Todo ello hace un mínimo de 1.000 toneladas de bombas o un millón de kilos de explosivo en dos meses y medio de guerra. Una media de 12,5 toneladas al día. Y este es un cálculo extremadamente conservador.

Extenso uso

Del total de 1.096 operaciones de bombardeo del bando rebelde, 665 fueron bombardeos tácticos (60,7%) sobre unidades militares en el curso de una batalla. Esto significa que se hizo un uso muy rudimentario del arma aérea, que se convirtió fundamentalmente en un complemento de la artillería en el campo de batalla. Un 12,7% de los bombardeos fueron estratégicos, como los ataques a fábricas o vías de comunicación lejos del campo de batalla. No obstante, 292 del total de las operaciones de bombardeo del bando rebelde fueron bombardeos de terror, un 26,6% del total. Este hecho contrasta con el 4,9% del bando republicano. En líneas generales, se hizo un uso diario del arma aérea pero de una forma poco innovadora, fundamentalmente para martillear la moral de las milicias y la población civil vasca. Generar terror fue el objetivo fundamental de las incursiones aéreas rebeldes.

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Ello explica que sean tan pocos los municipios de Bizkaia que no fueron bombardeados repetidamente, la mayoría localidades abiertas. Los datos son abrumadores. A falta de más documentación, con un registro total de 56 bombardeos, Legutio fue junto con Bilbao la población más bombardeada durante la guerra. Markina y Zornotza sufrieron 40 operaciones de bombardeo, Zigoiti 33, Mungia 32, Bermeo 29, Galdakao 27, Eibar, Otxandio y Larrabetzu 25, Irun y Leioa 23, Elorrio, Lemoa y Barakaldo 22, Arrasate y las posiciones de su municipio en Santa Marina, Udala y Kurtze Txiki fueron bombardeadas hasta en 21 ocasiones, Durango, Sondika y Donostia 18 (8 de ellos navales), Lezama y Zeanuri 15, Dima, Getxo y Ubide 14, Arrigorriaga Lekeitio, Ugao-Miravalles y Zuia 13, Abadiño 12, las posiciones de Bergara, Ondarroa, Elgoibar y Mañaria 11… La lista es interminable. Araba sufrió 171 bombardeos o el 13,7% del total; Bizkaia fue el territorio más afectado con 811 bombardeos o el 65,3% del total; Gipuzkoa sufrió 238 (19,1%) y Nafarroa 6 (0,5%). La zona de Cantabria dentro de los límites geográficos de Bizkaia sufrió 16 bombardeos (1,4%).

Es imposible de calcular el número de víctimas mortales de estos bombardeos, pero las estimaciones más conservadoras apuntan a muchos miles. Los niveles de destrucción, masivos: 50% en Durango, 60% en Eibar, 85% en Gernika según los datos del mando aéreo alemán. El saldo de esta guerra fue igual al de tantas otras: terror. Muerte, prisión, exilio y destrucción, y un siniestro prólogo a décadas de sufrimiento y represión.