anuel Mogrovejo ha sido un personaje sin un hueco en la historia cuando de forma paradójica la historia de este zornotzarra que sufrió el campo de exterminio austriaco de Mauthausen fue de cine. De hecho, tal y como se representa en la reciente película El fotógrafo de Mauthausen, estos llevaban el conocido uniforme a rayas azules y se les identificaba con un triángulo azul (distintivo de los apátridas) con una S escrita de Spanier (español). Solo 2.500 prisioneros consiguieron sobrevivir al genocidio nazi. El vizcaino fue uno de ellos.
Su vida tomó empaque para la memoria colectiva cuando el director del proyecto Arqueología de la Guerra Civil y socialización del patrimonio en el monte San Pedro (Amurrio, Orduña), Josu Santamarina Otaola, y su equipo hallaron una chapa de identificación. Lo evoca el propio arqueólogo a este periódico. “El hallazgo de su chapa de identificación fue la chispa que encendió la mecha de la recuperación de la historia de Manuel Mogrovejo. Él es uno de los 72 vascos supervivientes del Holocausto nazi, un miliciano del Ejército de Euzkadi, un veterano del Ejército Popular de la República, un refugiado vasco en Gurs y un combatiente de la Legión Francesa. Pero su historia estaba prácticamente ausente de la mayoría de los libros de historia”, enfatiza.
De hecho, apenas su nombre era mencionado como parte de las listas de personas refugiadas en Gurs, el “campo vasco”, en un libro de Josu Chueca. “Pero, en general, Manuel Mogrovejo era un personaje sin historia”, vuelve Santamarina al origen.
El equipo que coordinó el importante trabajo estima que la vida de aquel joven que sobrevivió a Mauthausen con 26 años fue un largo y trágico periplo por la guerra militar del 36 -en Euskadi, pero también en Santander, Asturias y Catalunya-, por la derrota republicana, la Segunda Guerra Mundial y, a juicio del investigador, “el Holocausto nazi sintetiza perfectamente algunas de las principales transformaciones a las que se podía ver sometido un joven vasco de la época: de chaval de Amorebieta a miliciano del Ejército de Euzkadi, de gudari a miliciano de la República, de combatiente a refugiado, de refugiado a legionario francés, de legionario a deportado en el III Reich...”.
A juicio de Santamarina, las chapas de identificación son el producto de una era en la que las guerras habían ganado un poder de destrucción antes inimaginable. En el campo de batalla los cuerpos podían ser literalmente aniquilados. De hecho, no muy lejos de donde apareció la insignia de Mogrovejo, en otra campaña de excavación en San Pedro, se hallaron dos restos de un mismo cráneo entre cantidades ingentes de metralla. Ese cuerpo, que podía haber pertenecido a un compañero de Mogrovejo, es posible que fuese volatilizado por las explosiones de la batalla de San Pedro. “No sabemos nada más de él. Sin embargo, Mogrovejo sobrevivió a San Pedro, aunque “se dejó” la chapa de identificación y ello ha permitido poder reconstruir su historia”.
Su biografía, que dio comienzo el 6 de octubre de 1918, tuvo punto final, según han investigado, en la capital francesa. Manuel Mogrovejo fue enterrado en el cementerio de Père Lachaise de París en 1993. En aquel camposanto reposan los restos de, por ejemplo, los resistentes de la Comuna de París o de Juan Negrín, presidente del Gobierno de la República. “Mogrovejo, que tenía 17 años cuando llegó a Orduña como miliciano del batallón de afiliación comunista Leandro Carro, fue homenajeado por parte de veteranos de la Legión Francesa. Se hizo guardia de honor ante su tumba”. En la actualidad, tal y como informa Santamarina a este diario, la familia de Manuel Mogrovejo se halla repartida entre Francia, Galicia, Catalunya y Argentina. No solo Manuel sufrió la represión y el exilio. Sus hermanos José Luis y Juana, nacidos en Amurrio, también tuvieron que vivir años de cautiverio en los primeros años de la dictadura de Franco y finalmente optar por el exilio.
El hallazgo de su chapa de identificación rescató la historia de uno de los 72 vascos supervivientes del Holocausto nazi