varios niños juegan a pelota mano contra una de las paredes de los soportales del Ayuntamiento, sorteando las columnas y la techumbre. Dos niñas con la cabeza cubierta por sendos velos islámicos (aunque parecen demasiado jóvenes aún como para llevarlos) cruzan la calle despreocupadas. Banderolas en favor del acercamiento de los presos adornan muchas fachadas. Postes de los que cuelgan pequeños contenedores de colores para la recogida de basuras jalonan los portales. La calle Urdaneta -en honor al explorador y navegante Andrés Urdaneta, que junto al gran artista Nikolas Lekuona es uno de los personajes más ilustres de Ordizia- es una de las más comerciales de la localidad, en la que viejos edificios, construcciones características de los 50-60 del siglo pasado que albergaron la ola de inmigración española y pisos modernos conviven en difícil armonía. Aquí, comercios de toda la vida luchan por sobrevivir entre pulcras oficinas bancarias, franquicias diversas, una carnicería hallal o un locutorio latino bajo la imponente figura del Txindoki.

Al final de la calle, cerca ya de la vecina Beasain, frente a la emblemática fábrica de CAF y separado por el río Oria que discurre en paralelo, se erigía Goitine, la vieja casa de los González Katarain, donde nació Yoyes hace 62 años. El caserío ya no existe y ahora es un moderno edificio de pisos popularmente denominado La Cibeles, por la fuente que lo adorna. Allí, junto al attona José, a sus padres y sus ocho hermanos, era donde se asomaba a su ventana y forjó su personalidad Dolores González, aquella joven que en los primeros 70, con apenas 18 años, se enroló en ETA, donde llegó a ser la primera mujer en puestos de responsabilidad, abandonó la organización en 1979 por las profundas discrepancias que mantenía y, tras cinco años y medio de exilio en México, decidió regresar en 1985. ETA no se lo perdonó.

Es difícil adivinar qué hubiese sentido Yoyes al contemplar hoy esta Ordizia del siglo XXI y si se hubiese reconocido en ella y en sus gentes si no hubiese sido asesinada a tiros allí mismo por sus excompañeros de ETA hace ayer 30 años, aunque es posible que exclamara, como escribió de Donostia recién llegada del exilio: “¡Demasiado familiar! Demasiado extraño”.

Aquella tienda de ultramarinos regentada por su familia, ubicada en la misma calle Urdaneta, es hoy un negocio de aire moderno. El colegio de La Milagrosa, donde Yoyes empezó a aprender, sirve ahora de gaztetxe. Ironías de la vida. Unos meses atrás, aquella mujer que siempre quiso decidir libremente sobre su vida habría podido ver multitud de balcones y ventanas llenos con bolsas de basura colgadas al viento como símbolo del último gran conflicto que ha dividido y enfrentado al pueblo y a otros varios del Goierri y de Gipuzkoa: el sistema puerta a puerta para la recogida de residuos impuesto por la Alcaldía de EH Bildu. Incluso se le hubiera erizado la piel al ver hace tan solo seis meses, en pleno 2016, alguna pintada contra el nuevo alcalde del municipio, José Miguel Santamaría (PNV) -Zer nahi dek erretzea? Pentsau, txo (¿Qué quieres quemar? Piénsatelo, tío)-, que, sin duda, le recordarían a aquellas otras de Yoyes traidora y Yoyes chivata que saludaron en las paredes de Ordizia su regreso del exilio, que la señalaron y que prepararon su asesinato.

“Tampoco quiero darles más importancia a las pintadas. Fueron dos fines de semana seguidos, pero fue algo puntual, por el tema de la incineradora y las basuras. No hemos superado aún el respeto a los demás”, afirma el alcalde. El enconado conflicto de los residuos ha hecho revivir, afortunadamente de manera mucho más matizada y menos dramática, algunos episodios del pasado. Las advertencias anónimas recibieron la “repulsa y condena” de todas las fuerzas municipales, incluida EH Bildu, que denunciaron la “cobardía insultante e intolerable” de las pintadas. Nada que ver con treinta años atrás. Una reciente consulta popular impulsada por el nuevo Ayuntamiento zanjó, de momento, el contencioso: habrá un sistema mixto de recogida.

José Miguel Santamaría, actual alcalde de Ordizia, era aún un niño cuando mataron a Yoyes. Por su parte, Kepa Korta es de una generación anterior. Lideró la plataforma popular contra el asesinato de Dolores González y ostentó la Alcaldía por Euskadiko Ezkerra. Treinta años separan sus respectivas gestiones del municipio y ambos, desde sus vivencias personales, acceden a intercambiar para NOTICIAS DE GIPUZKOA sus experiencias y visiones y a analizar la evolución de estas tres décadas, los profundos cambios y las asignaturas pendientes en el pueblo, que son, en definitiva, las de Euskadi.

Dentro de su pluralidad, Ordizia mantiene un fuerte sentimiento abertzale. En las últimas elecciones municipales, PNV y EH Bildu empataron a cinco concejales, aunque con una ligera ventaja jeltzale, mientras Ordizia Orain obtuvo dos y el PSE, uno. En 1987, en los comicios celebrados exactamente nueve meses después del asesinato de Yoyes, Herri Batasuna (que se negó a condenar o denunciar el atentado) fue la fuerza más votada con cuatro escaños, seguida de Euskadiko Ezkerra y EA con tres cada uno, PNV con dos y el PSE con uno. Los partidos contrarios a ETA impidieron que HB se hiciera con la Alcaldía, no sin muchas y enconadas tensiones. También ahora las ha habido, mucho menos pronunciadas, ante el desalojo de la izquierda abertzale del gobierno municipal tras cuatro años de conflictiva gestión.

El cruel asesinato de Yoyes, en presencia de su hijo de cuatro años, fracturó Ordizia, lugar, como todo el Goierri, del que habían salido muchos militantes de ETA. Del pueblo eran quienes pintaron las paredes y algunos de los que participaron, de una manera u otra, en el asesinato. Y del pueblo eran también quienes, venciendo el miedo, salieron a la calle.

-kepa korta: Mucha gente dio un paso adelante. Se reunían en los bajos del ayuntamiento a recoger firmas para un manifiesto en contra, frente a un miedo no tanto quizá a la violencia de ETA sino a un miedo social. Se te acercaba mucha gente tomando unos txikitos a decirte: estoy con vosotros, pero la cuadrilla y tal? Un miedo social que durante mucho tiempo hemos tenido en el país. Miedo a significarse. Yo estuve en un comité de empresa de CAF, fuimos dos o tres y nos enfrentamos a algunas personas que seguramente tenían alguna relación con lo que pasó. En aquel momento aquello supuso un cambio de ciclo. De hecho, al siguiente año, cuando mataron al guardia civil Antonio Mateo convocamos una manifestación y hubo un montón de personas en Ordizia y también después, en las concentraciones de Gesto por la Paz, en muchos casos siendo increpados e insultados por otros, incluso sus nietos y hermanos, que se colocaban enfrente.

-josé miguel santamaría: Sirvió para remover la conciencia de algunos sobre la violencia. Yo añadiría un hito más, que fue el asesinato de Isidro Usabiaga. El de Yoyes fue más de cambio social en el que se dio un salto cualitativo. En el de Usabiaga fue más a nivel local, hubo una fractura, una división aún mayor. Luego el de Miguel Ángel Blanco fue un paso más.

Los Retratos municipales de la Memoria elaborados por el Gobierno Vasco indican que Ordizia tiene, además de Yoyes, otras once víctimas mortales, todas causadas por ETA, de las que seis son guardias civiles -a las que hay que añadir la novia de uno de ellos-, dos personas supuestamente relacionadas con la ultraderecha, el empresario Isidro Usabiaga y Jesús María Pedrosa, natural de dicha localidad aunque residía en Durango, donde era concejal del PP.

-josé miguel santamaría: No podemos hacer ningún agravio comparativo con las víctimas, no debemos centrarnos en la figura de nadie sin recordar a todas. La muerte de ninguna persona es justificable. Eran ordiazarras, muchas sin significación alguna, y fueron asesinadas. Hay que recordar para poner los mimbres y que no vuelva a suceder. Creo que vamos por el buen camino.

-kepa korta: Estoy con el alcalde en el sentido de que hay que analizar Yoyes en el contexto del resto de personas que han muerto aquí. No la podemos analizar sola. La respuesta aquella fue contra la violencia, no tanto por la persona de Yoyes, que luego la descubrimos más a través de sus escritos.

-josé miguel santamaría: Como persona que estoy contra la violencia, creo que hay dos fases en Yoyes. Yo no me identifico con muchas de las cosas que hizo, puedo valorar el hecho de su renuncia a la violencia, pero no quiero hacer ningún agravio comparativo con el resto de las personas que habían sido víctimas de ETA. Su muerte, evidentemente, es el demérito de ETA.

Alcalde y exalcalde coinciden en que el asesinato de Dolores González fue un golpe durísimo para el pueblo que provocó un enfrentamiento incluso en el seno de las propias familias y, al mismo tiempo, un revulsivo, un punto de inflexión. Hay una Ordizia antes de Yoyes y otra, después.

-kepa korta: Lo que sucedió fue que buena parte del núcleo más cercano, que incluso había estado en el mundo de ETA, descubre el monstruo que se había creado, aparece de manera descarnada. Ese revolcón interno hace que se rompa esa barrera. Se rompe el silencio, que es la clave. Hemos estado con esa especie de silencio para convivir, con la familia, amigos, y en esos momentos en buena parte se produce esa identificación que hace que te sientas incluso liberado. Eso aumenta cuando matan al guardia civil Mateo y va creciendo. Ya hay una ciudadanía que ha roto esa barrera. Y eso tiene unas consecuencias sociales. Me dejó de saludar mucha gente.

¿Y cómo se vive eso?

-josé miguel santamaría: Yo diría que con normalidad, lo asumes. Bueno, para quienes lo asumen y les da igual, evidentemente. Que condenan la violencia. Ahí, Gesto por la Paz hizo un papel muy importante.

-kepa korta: En mi caso lo tengo claro, porque hay una continuidad. Nunca se había producido algo así de forma tan masiva y tan contundente, fue un cambio en la percepción social de ETA. Enfrentarse a ETA en aquel momento lo hacía muy poca gente.

Para quienes abandonaron el silencio (que eran tanto abertzales como no abertzales) fue duro. Tuvieron que ver a sus propios familiares y amigos enfrente, insultándoles, negándoles el saludo. Si tenían un negocio o comercio, sufrieron boicot.

-josé miguel santamaría: Yo creo que el silencio es una constante. Somos una sociedad bastante conservadora y todo aquello que nos pueda generar perjuicio o dolor preferimos dejarlo de lado y no entrar en el conflicto. Hemos nacido, vivido y crecido en el conflicto y huimos de él, es una constante. La mayoría siempre ha estado silenciosa, detrás. Y en esto de ETA, también.

-kepa korta: Ahí sí que hay un antes y un después. En muchos casos es un problema de supervivencia social. Si yo quiero estar cenando con mis amigos y son de este mundo y entramos en este debate? que además son debates sanguíneos, al final?

-josé miguel santamaría: Las nuevas generaciones que no han sufrido aquello ayudan a que poco a poco se diluya, pero quienes lo hemos vivido no lo vamos a olvidar. Además, nos vemos a diario con personas relacionadas con las víctimas.

-kepa korta: Esa fractura no está cerrada en absoluto. Y yo creo que hay que cerrarla. Es muy complicado, porque hay muchas personas con mucho dolor, sobre todo las que no tuvieron un apoyo social en su desgracia, y que hay que reivindicarlas. Pero es muy doloroso. Y yo sigo esperando un gesto, pero un gesto claro. Cuando una parte de una sociedad se ha equivocado, yo espero una reivindicación ética: las consecuencias de lo que hicimos están ahí. Y también de lo que les ha pasado a ellos. Esa es otra parte de la película que no se suele contar, lo que pasó con las torturas o con el GAL. Tiene que aparecer. Y lo que no podemos hacer es cerrarlo en falso. Hay que cerrar las trincheras, porque puede volver a prender la chispa.

Han pasado tres décadas desde aquella convulsión, pero ambos alcaldes consideran que queda aún alguna asignatura pendiente.

-josé miguel santamaría: Creo que hemos dado un salto importante. La sociedad es más abierta y más libre. En el tema del puerta a puerta ha habido un paso adelante en el que la gente ha expresado con concentraciones y manifestaciones su opinión por primera vez en contra de la izquierda abertzale. Con sus matices, pero sí hemos avanzado.

-kepa korta: Está todo en un nivel bajo de tensión, eso es claro. Lo que hace falta es aprovecharlo para buscar un punto de encuentro y normalizar. La gente joven no es consciente de lo que hemos pasado. Por eso es necesario desmontar esas trincheras que luego emocionalmente son muy fuertes y cuando hay un detonante, estallan.

-josé miguel santamaría: Hay que tender puentes, prestigiar la política y la participación en política, fomentar valores de convivencia.

Ordizia, como el resto de Euskadi, tiene aún pendiente el gran reto de la convivencia sana y normalizada. Treinta años atrás, al poco de su regreso, Yoyes, acosada entre pintadas y mentiras, escribe: “Muchos son culpables de esta injusticia, ¡demasiados! Hay otros que no, pero son impotentes ante ella. Hay también mucho silencio cómplice. Mucho miedo en la gente ante todo, ante su propia libertad? ¡Cuánta mierda!”.