Aunque no estoy en condiciones de precisar la fecha exacta de su publicación, recuerdo que, cosa de hace un par de meses, leí en estas mismas páginas un artículo en el que se afirmaba que la patata hizo su aparición en Bizkaia y Gipuzkoa en las décadas de 1830 y 1840. No me hizo falta tomar nota de aquel apunte porque casualmente, por aquellas fechas, estaba interesado en hurgar en esta cuestión: el caucho como transformador del juego de frontón. Ninguna innovación, estimo, ha sido tan decisiva y determinante como la fabricación de las pelotas a partir del núcleo de caucho. Y hay motivos para sostener que la mejora en el material con el que se jugaba a la pelota se produjo en las décadas treinta y cuarenta del 1800, coincidiendo plenamente pues con la llegada de la patata.

Siendo factor troncal en los partidos, rara vez la pelota como material reivindica su cuota de protagonismo en nuestro deporte. La excepción llega el miércoles anterior a la disputa de las grandes finales, como ha ocurrido en esta ocasión, cuando los finalistas y su equipo más cercano se personaron en el escenario del partido con el propósito de elegir el material que conveniente a sus condiciones. Disputada la final, salvo casos muy excepcionales, generalmente no son demasiados los aficionados que se detienen a comentar las características del material empleado. Parece, además, que cada año que pasa se emplea material más homogeneizado y la fabricación de las pelotas se ha vuelto menos artesanal.

Sin que seamos capaces de descubrir las razones últimas de la decisión, porque no creemos que el protagonismo se orille conscientemente, seguramente hay otras razones para que en la fiesta de la pelota otras estrellas conciten el interés de las crónicas: los pelotaris, los frontones, los jueces, los corredores, etc. Sin embargo, una visión objetiva del desarrollo histórico de este juego nos llevaría a considerar que el material ha sido el factor más determinante e influyente en su evolución. Porque grandes pelotaris existieron ya en el siglo XVIII y los primeros frontones datan de mediados de ese mismo siglo. Con todo, habrá que esperar a que se diera una gran mejora en la calidad de la pelota como material de juego. Y tal avance pudo darse con la llegada del caucho a nuestro país.

Pero, ¿sabemos el momento en que se comenzó a utilizar un derivado del látex como material para elaborar el núcleo de las pelotas? Carecemos de evidencias documentadas, pero disponemos de datos para pensar que sucede hacia 1830, cuando se fabricaron las primeras pelotas a partir del citado material y es en la década siguiente, en los cuarenta, cuando comienzan a disputarse los primeros grandes partidos en las pocas canchas capaces de permitir la exhibición de los mejores pelotaris.

La mayoría de los estudios sobre este tema parten refiriéndose a lo que dejó escrito el militar Francisco de Amorós y Ondeano (Valencia, 1770-París, 1848). Pese a todo, su biografía, azarosa se mire por donde se mire, le dio tiempo para un escribir con propiedad y ejercer de cicerone allá por 1835: “Para jugar al muro, hacen falta pelotas que boten y de un peso mediano, porque, si son demasiado pesadas o ligeras en exceso, resultan defectuosas. A los niños convienen las pequeñas; para los hombres son propias las gruesas. Para jugar a largo a la francesa y a la valenciana, son necesarias pelotas pequeñas, ligeras o pesadas según el país; para jugar a la vasca o a la navarra, pelotas más grandes y pesadas. De esta gran diversidad aplicaciones surgen las maneras de confeccionar las pelotas, y tengo de todas las clases: teniendo plomo en el “alma”, de tierra, de corcho, de goma elástica, etc”. Por consiguiente, en los treinta del siglo XIX era conocida la técnica de fabricar el “alma” de la pelota.

En esta línea, nos parece altamente valiosa una notificación que, el 14 de junio de 1852, vecinos y residentes en la villa de Markina hicieron llegar a su ayuntamiento. Ensalzadas en las primeras líneas las bondades del juego de la pelota, se pasa directamente a exponer el problema que les ha llevado a dirigir la petición: “Pero, ya que hoy ha variado el método de este juego o diversión a causa de haberse introducido el uso de pelotas más pequeñas y vivas en comparación a las con que en otro tiempo se jugaba, esta circunstancia ha hecho que el juego de pelota de Marquina no sea suficiente por su poca extensión en lo ancho o latitud para los partidos entre jugadores regulares, en cuya comprobación se puede asegurar que hace tiempo no se ha verificado en esta plaza o juego ningún partido de desafío, siendo que...”.

Partiendo de esta constatación, los pelotaris y pelotazales de Markina se animaron a solicitar “la remodelación del juego de pelota para adaptarlo a la introducción del uso de pelotas de menor tamaño”.

Este documento, de gran valor por varias razones, es merecedor de la consideración de excepcional; no es frecuente hallar en nuestros archivos informaciones tan precisas. La carta firmada por medio centenar de vecinos de Markina plantea una doble cuestión; por un lado, constatan que se ha producido un cambio en el material de los grandes festivales; por otro lado, demandan una cancha adecuada para jugar con pelotas de menor tamaño. No es fácil dar con un documento que se ocupe con tanta precisión de dos de las modificaciones que se estimaban necesarias a mediados del siglo XIX y que en años venideros iban a cambiar el marco general del juego de la pelota. Así, Elgoibar, disponiendo de frontón desde 1751, decidió en 1852 que había llegado el momento de someterlo a una operación de puesta al día. Por aquellas mismas fechas, Gernika-Lumo estimó como urgente disponer de una cancha capaz de acoger actuaciones de los mejores pelotaris.

En resumen, que el caucho fue el motor de cambio en el juego de la pelota. Es la idea que nos sugerirán las cámaras de la televisión cuando nos muestren las pelotas que en breve serán las protagonistas mudas de la tarde, acalladas por las voces de los corredores y los gritos de los espectadores. Pelotas pequeñas y vivas, en el cestaño, en el marco de un gran frontón. Son unos 175 años de historia, como la de la patata en Bizkaia y Gipuzkoa.

* Pelotazale de Amezketa