jon mujika

Bilbao

No pidas una carga ligera, pide unas espaldas fuertes. La frase corresponde al vigésimo sexto presidente de EE.UU., Theodore Roosevelt, y procede de su afamada doctrina del Gran Garrote (Big Stick), expresión que bebe de las fuentes de un viejo proverbio del África occidental que decía algo así como "habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos". Aimar tiene las espaldas de un búfalo: inquebrantables. Sin gritos ni aspavientos, lanzándose a por la victoria con sendos martillos de Thor en cada mano Aimar Olaizola demostró que es el dueño del Gran Garrote, un pelotari capaz de sacarle humo a la pelota, un hombre que juega con la precisión de un ingeniero y el músculo de un barrenador. Así levantó su obra: una victoria sin paliativos.

En las vísperas de San Juan, Martínez de Irujo ardió en esa hoguera. Cada pelota que salía de las manos de Aimar iba más candente que la anterior. Mediado el partido, con Aimar moviéndose entre el tres y el cuatro, algunas voces murmuraban sobre el material. Pelotas pesadas como balas de cañón o las bolas que remataban las cadena de los presos de San Quintín. Juan miraba a su rival y parecía hacerse otra pregunta: ¿de qué material estás hecho? Incluso dio la impresión de que el descanso pedido con el 21-7 en los cartones era una bandera blanca; una escaramuza para retirarse a los cuarteles del vestuario y liarse a mecagüens sin testigos.

Esa pregunta, supongo, ya se la habría hecho antes la cátedra, que se quedó sin el esperado duelo. Se intuyó pronto. El dinero, que es un perro viejo, husmeó el desequilibrio rápido y solo cantó hasta el 13-6, siempre (o casi, en ocasiones hay kamikazes...) a favor de Aimar, El Imperturbable. A partir de ahí, poco después del tanto del partido (el 13-5 puso en pie a todo el frontón menos a los dos pelotaris, que acabaron por los suelos...), se hizo la noche para Juan. Dio la sensación entonces de que tiraba la toalla, que no veía una grieta en aquel crontincante que, vamos a decirlo ya, le obsesiona, le tiene comida la tostada, como se dice vulgarmente.

Poco antes de que la final se lanzase a tumba abierta no eran ésas las previsiones. Había un fifty-fifty en los pronósticos. En el palco de honor se daban cita el lehendakari, Iñigo Urkullu, el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao; el teniente alcalde del Ayuntamiento de Bilbao, Ibon Areso, Josune Ariztondo, Lucía Arieta-Araunabeña; la consejera, Cristina Uriarte, Jon Redondo, desde el cargo de director de deportes del Gobierno Vasco; e Irene Pardo entre otras autoridades. Cerca de ellos, Miguel Gallastegi evocaba la mano de los viejos tiempos (en el broche del partido sería él el encargado de colocar la txapela a Aimar Olaizola...) y llegó a comentar que "con ese material, Atano X hubiese llegado hasta el rebote". El bueno de Luciano Juaristi, presente en el frontón junto a su hijo Miguel, y el nieto, Javier Zubia; no dijo ni al respecto.

De cerca siguieron el desenlace del partido el piloto Andrés Vilariño, el técnico José Manuel Esnal, Mané; Juan José Muguruza, Kepa Badiola, Joaquín Artola, José María Arrate, quien llegó acompañado por Mitxel Duñabeitia, director general del IMQ; Joserra Garay, quien se detuvo a a hablar junto a su hijo Xabier con el cocinero Karlos Arguiñano, Eusebio Melero, Sabin Anuzita, Joseba Ruiz de Loizaga, Txema Vázquez Eguskiza, Fran Aspiazu, Aitor Bilbao y una legión de nombres propios pelotatzales.

No se perdieron la final, como acostumbran a no hacerlo desde hace años, la gente de Zollo como Aitor Arbrisketa, Mikel Ayerro, Josu Ipiña, Miguel Torre y Jon Larizgotia; el cocinero Beñat Ormaetxea; el bodeguero de Luberri, Florentino Martínez; Alex Sardui, cantante de Gatibu, pelotaris como Danel Elezkano, Alexis Apraiz, David Merino, los hermanos Rubén y Alberto Beloki, Mikel Urrutikoetxea, quien jugaba a los postres, Jon Jaunarena, Waltari, rey del trinkete, Jokin Etxaniz, Oinatz Bengoetxea o Ladis Galarza entre otros; Tomás de Francisco, delegado de Pelota en Soria; Josetxu Areitio, Juan Manuel Delgado, Kepa Cabareda, Peio Salaburu; el vicerrector del campus de Bizkaia de la UPV/EHU, Carmelo Garitaonaindia; la antropóloga Olatz González Aberasturi, Etor Mendia, Jesús María Agirre y un sinfín de gente que vivió la final sin otro aliciente que el del milagro. No lo hubo y Aimar celebró su cuarta txapela con los suyos, con el hijo en brazos, en la intimidad del vestuario.