que dos empresas privadas gestionen los recursos de que disponen a su antojo está bien. Incluso parece algo recomendable. También se encuentran en su derecho de asociarse para conseguir el máximo rendimiento de los mismos. Lo que no tiene ningún sentido es que elaboren sus propias normas para luego saltárselas a la torera. Sobre todo cuando no es la primera vez que ocurre. Y sobre todo cuando esas decisiones adoptadas en contra de sus propias reglas tienen una brutal influencia en los eventos que organizan, en sus propios trabajadores y en los millares de aficionados sobre los que el negocio se sustenta en muchas ocasiones para subsistir. Y más en unos tiempos económicos tan complicados.
Esta reflexión en abstracto tiene nombres y apellidos. Las empresas son Asegarce y Aspe. Su asociación, la Liga de Empresas de Pelota a Mano (LEP.M). Los trabajadores, Aimar Olaizola y Juan Martínez de Irujo. El evento, la final del Cuatro y Medio. Y las normas, esas que la LEP.M ha vuelto a pasar por alto por segunda vez en menos de seis meses.
Basta con repasar los tres grandes torneos que ha organizado la LEP.M en 2011 para comprobar que su manera de operar no ha sido siempre la misma. Abel Barriola solicitó en marzo una semana de aplazamiento para poder disputar la final del Campeonato de Parejas, pero la LEP.M se rigió estríctamente por su reglamento para denegar tal petición al leitzarra y colocarle un sustituto. La tendencia varió en junio, aunque más por la insistencia de Xala y sus compañeros de profesión que por empeño de la LEP.M. Al lekuindarra le dejó fuera de concurso un inoportuno ataque de apendicitis y Bengoetxea VI fue elegido como su sustituto, pero Xala peleó por su derecho a disputar la final y ganó la batalla. También la txapela. La LEP.M se tuvo que saltar su propia normativa, que impedía retrasar el partido más de una semana, y lo hizo alegando que se trataba de una situación excepcional. Pero ayer repitió actuación y llevó la final del Cuatro y Medio más allá del 4 de diciembre, fecha tope para la disputa de la misma según el reglamento. Es decir, que la situación excepcional dejó de serlo y pasó a normalizarse.
Pensando en Aimar, es justo que el goizuetarra disponga de al menos una semana más para recuperarse. Hasta su rival lo ha reconocido. Sin embargo, son muchos los damnificados. El propio Irujo, que desde el principio ha solicitado mayor capacidad de previsión y mayor seriedad por parte de la LEP.M a la hora de tomar este tipo de decisiones. Y sobre todo los aficionados, a los que sistemáticamente se les trata sin ningún tipo de respeto a pesar de pagar religiosamente los precios (muy elevados en la mayoría de las ocasiones) de las entradas y llenar parte de las arcas de las empresas con sus apuestas. La solución no parece sencilla, pero está claro que si la LEP.M se salta sistemáticamente su propio reglamento, tal vez lo más sensato sea eliminarlo para, al menos, no ponerse trabas a sí misma.