Nada habría causado más pena a Jesús Ábrego Narvarte -sorpresa no, porque lo veía venir en sus últimos años de vida (falleció el 6 de marzo de 1997, en la víspera de cumplir 87 años)- que ver al remonte agonizando. Porque en los años en los que él estuvo en activo -de 1924 a 1951- era uno de los grandes acontecimientos deportivos, que además de abarrotar los frontones convertía en estrellas a sus grandes figuras. Y Ábrego I fue la mayor.

Qué calidad tendría aquel chavalito de Arróniz para que le hicieran debutar a la tierna edad de 14 años, en el frontón Euskal-Jai de Pamplona, junto a las fieras que entonces mandaban en la cancha. Qué tirón popular, para que a los 16 años ya se hubiera estrenado en el Jai-Alai de Donostia, frontón al aire libre construido con el objetivo prioritario de congregar al máximo número posible de espectadores.

Pero ahí le metieron, ahí se fue fogueando, y su prodigiosa técnica le hizo ascender de manera vertiginosa hasta lo más alto del escalafón.

Sorprendente trayectoria para un jugador que había aprendido el remonte de casualidad en Larraga, donde vivió unos años con su familia: dos chicos del pueblo que estudiaban en Lekaroz lo practicaban en verano en el frontón, sin pared izquierda y con piso de tierra. Lanzando despacio una y otra vez la pelota contra esa pared, con una cesta pequeña que le agenció su padre, Ábrego I fue adquiriendo esa perfección técnica que después sería marca de la casa.

Trayectoria

Sucesor de "El León navarro"

Retirado ya Chiquito de Eibar, el capo del remonte era El León navarro, el beratarra Joshe Irigoyen, 17 años mayor que Ábrego I y, pese a que ganó al de Arróniz en sus primeros duelos, autor de una famosa predicción: "Andan diciendo por ahí que voy a estropear a éste. ¡Él sí que me va a estropear a mí!".

Años después, Ábrego explicaba: "Nadie puede imaginar lo que era Irigoyen para mí, la admiración que le tenía. Siendo chaval, los días que él tenía que actuar en Pamplona era de los que iban a la Plaza del Castillo para verle llegar, con su flamante Chrysler y su elegante sombrero...".

Y de la primera vez que jugó contra él, también un vívido recuerdo: "Cuando entré aquella tarde en el vestuario del Euskal Jai, estaba ya allí solo, desnudo, poniéndose los calcetines. No he visto jamás a nadie con semejantes músculos. Y yo, que era un canijo, pensé aterrorizado: ¿Pero dónde me he metido?".

Javier Albisu Pérez, historiador por excelencia del remonte y de la figura de Jesús Ábrego, intentaba explicar así su magia: "Una de las características de Ábrego consistía en que era distinto, empezando por su aspecto físico, que contrastaba con el de sus compañeros, generalmente más corpulentos. Tenía un porte distinguido, elegante, de gentleman", que destacaba en un deporte de "hombres rudos y fornidos".

Albisu añade que quienes le vieron jugar recordaban que el sonido que emitía la pelota al salir de su cesta era diferente, una especie de silbido o zumbido que demostraba que, por su técnica, había alcanzado una velocidad mayor que la de sus rivales.

"Pero no se trataba sólo de su pegada", añade Albisu. "Era la belleza de su juego, su sabio caminar por la cancha, su admirable colocación para restar la pelota; para apoyar al compañero; para rematar el tanto. Cabría decir que convirtió un deporte en ciencia, y ésta en un arte", porque "desarrollaba un juego atractivo, espectacular, admirable".

Un detalle significativo: durante muchos años lo habitual era que jugara en pareja contra tríos, para equilibrar su superioridad.

Desde su retirada en 1951 y hasta su muerte en 1997, Ábrego mantuvo la afición por el remonte y fue un asiduo a Galarreta. Su última comparecencia pública fue el 9 de septiembre de 1985. Arróniz estrenaba frontón y no había mejor forma de hacerlo que con un homenaje al pelotari que paseó el nombre de la localidad por todos los frontones de remonte, desde el Euskal Jai y el Urumea al Recoletos de Madrid. El mago de Arróniz se vio abrumado con tantos recuerdos de infancia y de cariño que no pudo evitar las lágrimas cuando le tocó dirigirse al público.

Albisu recopila sus apodos -El mago de Arróniz; La golondrina (sin duda de cuando estaba sin formar y llamaba la atención por su endeblez frente a la rotundidad de sus rivales), El fenómeno, El caballero de la cancha, El rey del remonte... También vemos La Maravilla, El Artista y hasta El Emperador-. Y se los ganó todos con un remonte en la mano.