Aterrizaje en Zumarraga. Una mañana de finales de noviembre de 1978, blandiendo el papelote con mi nombramiento en la Delegación de Sanidad, con más ilusión que conocimientos, me presenté en la Casa Consistorial de Zumarraga a tomar posesión de mi plaza de veterinario titular interino de la villa y sus agregados en sustitución de D. Manuel Fernández Arín, recién jubilado.
Cariñoso recibimiento por parte del secretario en funciones, D. Marcelino Ocáriz, que entretuvo la espera al presidente de la Gestora –todavía no había alcaldes–, que salía a las doce de Orbegozo, informándome que tenía una pequeña piscifactoría en los antiguos lavaderos, frente al matadero municipal, para la cría de alevines de truchas que luego soltaba en los riachuelos del término municipal y que, quizás, solicitaría mi colaboración en algún momento. No tuve necesidad de demostrarle mis rudimentarios conocimientos sobre ictiopatología. Mejor. Concienzudo interrogatorio del administrativo Tapia, conocedor de todas las novedades de la villa. Efusivo saludo del presidente Urrestilla y sus mejores deseos. Incluso me ofrecieron una vivienda municipal.
Luego vendrían las presentaciones al alcalde de Urretxu, Juanito Arbizu, médicos titulares de Zumarraga, José Mari Bengoa, y de Urretxu, Dionisio Oñativia. Farmacéuticos titulares de Urretxu, José Manuel Menéndez, y de Zumarraga, Elena Arbulu, su marido Luis Arcelus, veterinario titular de Ordizia, y el homónimo de Legazpi, Ignacio Rodríguez. Por la tarde, se repetiría el ritual en Ezkio-Itsaso. Siempre buena aceptación y cordialidad por parte de las autoridades y compañeros, que se repitió en posteriores jornadas con otros corporativos, sanitarios, ganaderos y personajes principales, hasta la pronta integración en el ecosistema de la comarca.
Osasunbidea & Osakidetza
Lo comentaba un médico veterano, de colmillos retorcidos, con más tiros que la bandera del Tercio. El maltrato por parte de los directivos de los servicios de salud a los profesionales en general y a los de nueva incorporación, en particular.
Dictatorial, prepotente, cuando no vejatorio y muy poco transparente. Una administrativa que, por teléfono, ofrece una vacante a la desempleada, a cubrir inmediatamente, en una localidad determinada, aunque le conste a la interesada que existen otras, en lugares más cercanos a su domicilio y que utiliza la muletilla, “es lo que hay, lo tomas o lo dejas”.
Los directivos médicos, de la red de ambulatorios (OSI), siempre tan ocupados con asuntos de enjundia, nunca tienen tiempo para descender a la arena y atender, siquiera telefónicamente, a la profesional recién llegada, que, no lo olvidemos, es una joven ilusionada –la mayoría son féminas– con diez años de formación mínima a sus espaldas y que va encadenando contratillos como los feriantes, de barrio en barrio, de pueblo en pueblo.
El jefe de la Unidad de Atención Primaria (JUAP) debería atenderle personalmente, presentarle a sus compañeros y colaboradores y enseñarle las instalaciones. Prácticas que alguno calificará de decimonónicas, pero son de mínima cortesía y de compañerismo y que asume una administrativa, señalando el austero despacho que deberá ocupar el nuevo fichaje. Total, para el tiempo que va a durar, no hacen falta más protocolos. Y así comienza su actividad en la Atención Primaria en Olite, Lasarte, Laudio o Balmaseda.
Comentan anécdotas de tratamiento al personal, que recuerdan a episodios propios del servicio militar. Solo faltan las novatadas. Cargarle al nuevo con las listas que corresponden a todas las vacantes, mientras que los veteranos siguen con sus pacientes, endosarle las visitas domiciliarias que el titular no hace, porque se ha ido con los colegas a tomar unos blancos, mientras la JUAP mira para otro lado y, cuando se pregunta al respecto, surge la respuesta chusquera: “Siempre se ha hecho así, ya te tocará a ti también”, argumento que, quizás, servía antaño, pero las nuevas generaciones no comprenden y se rebelan.
Esta inesperada realidad, que se acumula a las informaciones y leyendas recibidas sobre su arriesgada especialidad, frustra las ilusiones iniciales, desmotiva hasta convertirla en una profesional desencantada, humillada y resignada que, a veces, trabaja medicada y que, en cuanto tenga una oportunidad, huirá, repitiendo el MIR en otra especialidad, poniendo bótox o alquilando su título a un quiropráctico. Luego dicen que no hay médicos.
Y aclaro, por justicia, que en Donostialdea desde hace unos meses esta situación ha variado sustancialmente a mejor, por parte de la Subdirección de Personal con las nuevas contrataciones. Es el camino.
Observación
Acertada y simbólica la visita del consejero Martínez al centro de Atención Primaria que le corresponde, en el barrio Repélega de Portugalete, para conocer de primera mano las preocupaciones del personal. Imaginamos que continuará sus particulares sondeos por otros centros. Le acompañaba una médico del ancien régime con sus usos y costumbres que hay que olvidar. Desertores del fonendo que ocupan gerencias de áreas e incluso jefaturas de unidades de Atención Primaria, cargos “de gestión”, digitales, que no aparecen en el Boletín, los verdaderos protagonistas de la deriva que nos ha llevado a esta situación.
El nuevo consejero debería dotarse de un equipo también nuevo, con un relevo rápido, para no encariñarse con la gente. Lo advertía Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”. Aserto útil para los que reflexionaban sobre los motivos de los resultados electorales. Me consta que hay gente buena con ganas de trabajar que se animarían con un cambio de liderazgo que les motivara. Algunas, hasta regresarían. Es el momento. Martínez tiene que aprovecharlo.
Hoy domingo
Ensalada de tomate y atún. Merluza rebozada. Ensalada de lechuga. Melón. Rosado Inurrieta. Agua del Añarbe. Café y petit fours de Oa de Hernani.