La DSA. Mientras estábamos entretenidos con el beso de ese impresentable, que va a relegar el de Judas al olvido, desde Bruselas, nos cuelan de rondón la entrada en vigor, el pasado 25 de agosto, de la Ley de Servicios Digitales (DSA), que regulará lo que se considere contrario a la narrativa oficial europea, o como dice la nota oficial, creará un espacio digital más seguro en el que se protejan los derechos fundamentales de todos los usuarios de servicios digitales, desde sitios web simples, hasta servicios de infraestructura de Internet y plataformas en línea.

Las normas especificadas en la Ley, se refieren principalmente a los mercados en línea, las redes sociales, las plataformas de intercambio de contenidos, las tiendas de aplicaciones y las plataformas de viajes y alojamiento. Esto último debe de ser para que no nos timen al alquilar un apartamento veraniego. Bien.

Admite el legislador europeo las grandes ventajas que aportan los servicios digitales, en constante evolución y enumera algunos: comunicarnos, comprar, pedir comida o pañales, encontrar información, ver películas y escuchar música, el comercio internacional y el acceso a nuevos mercados pero, como ocurría antiguamente con el Maligno, que adoptaba diferentes formas para inmiscuirse en nuestras inocentes vidas, también los servicios en línea están siendo mal utilizados por los sistemas algorítmicos manipuladores al servicio de los malos, para propagar desinformación y otros fines igualmente dañinos. Por ejemplo, algunas grandes plataformas que controlan ecosistemas importantes en la economía digital y se han constituido, por su cuenta, como guardianes en los mercados digitales, imponiendo sus reglas. 

Por lo tanto, la Unión Europea diseña un marco jurídico moderno, justo y transparente, que garantiza la seguridad de los usuarios en línea y fija las normas para la protección de sus derechos fundamentales. Guay.

En román paladino, va a proteger la salud mental de nuestros niños y jóvenes, a la sociedad occidental, o sea a nosotros, los tontitos y, en última instancia, a la democracia, de la información que considere errónea, desinformación y contenidos dañinos y malévolos que los malos, -comunistas, separatistas, masones y tontos útiles- vierten en las redes. En palabras de la exquisita Úrsula: "es llevar nuestros valores europeos al mundo digital". Magistral definición para la censura de toda la vida, la de Franco, sin ir más lejos, en la que se aplicó durante un tiempo, entre otros, Camilo José Cela, que ya se nos olvidaba, con tanto viaje a La Alcarria.

A la ciudadanía europea biempensante, nos corresponde celebrar la iniciativa, porque, efectivamente, una cosa es la libertad y otra el libertinaje. Me imagino que, una siniestra y secreta oficina europea, definirá nuestros históricos valores europeos y determinará qué contenidos son perjudiciales. 

Amaral, lo va a tener crudo. Cuando la cantante nos enseñaba sus preciosas tetas en Aranda de Duero, acto ajeno al espectáculo y en sí mismo subversivo, no se dirigía al público masculino, que berreaba su testosterona, sino con un talante claramente reivindicativo, denunciaba las desigualdades que, todavía hoy, sufren las mujeres de todo el mundo. Sin lugar a dudas, un contenido censurable, en cuanto revolucionario, para los gestores de la DSA.

Cuando los chinos o el malvado Putin censuran las redes sociales, en función de sus valores, los medios occidentales, nos escandalizamos como es debido, por esas dictaduras que soslayan, los derechos humanos y violan las libertades, para producir o recibir información. 

Sin embargo, las legislaciones, putinesca, china y occidental, son similares. Cabría preguntarse el motivo por el que, para los medios, unas son detestables y la nuestra una maravilla. Es fácil. Los medios occidentales trabajan para los “buenos” y, como sabemos todos los que hemos sido asalariados, el burro se ata donde manda el amo. Con independencia de que sea de raza andaluza, zamorana, de Vich o de las Encartaciones.

Siempre hay algún impertinente, -un verso suelto- que nos recuerda con su voz de Pepito Grillo que la DSA entra en conflicto directo con el artículo 11 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE que consagra la libertad de expresión e información, pero naturalmente, no se le hace ni caso. En China y en Rusia, tampoco.

El beso. Y para acabar, vuelvo al beso, que en España lo lleva la hembra muy dentro del alma. Me pregunto, si tanto revuelo unánime en los medios, huelga de hambre materna incluida, porque, en eso estaremos de acuerdo, madre no hay más que una en la España cañí, no es un pelín excesivo y esté sirviendo de cortina de humo para desviar la atención de la ciudadanía de otras cosas, a lo mejor, de la citada DSA.

Interpreto, porque de futbol tampoco entiendo, que, a este pajarua de chulescos ademanes, propios de una barra de bar de luces rojas a las tres de la mañana, -no hay más que repasar su intervención en la asamblea, repartiendo prebendas y asegurando que no dimitía-, muchos, le tenían muchas ganas por razones que ignoro, pero intuyo y, en este momento, todo es bueno para engordar la bola de nieve. Alguien debería dedicar un análisis a los que aplaudían entusiasmados para, pasados un par de días, tímidamente retractarse al comprobar el derrotero que tomaba el asunto, actitudes que hacen sonrojar, incluso, a los más curtidos políticos del arco parlamentario acostumbrados a estos lances de adhesiones inquebrantables y apoyos incondicionales al estilo de los de Pablo Casado.

No es prudente ni oportuno discrepar o, siquiera, concederle la presunción de inocencia, examinar con detenimiento el vídeo, los gestos y elaborar una conclusión que discrepe, siquiera matice el tipo de beso, en contra de la doctrina ya establecida. El tipo, no lo merece.

HOY DOMINGO. Tomate en ensalada. Bacalao en salsa verde. Fresas con melón. Rosado de Lágrima Ochoa de Olite. Agua del Añarbe. Café. Petitr fours.