as diferentes especies, los animales, peces incluidos, mamíferos también y un muy largo etc. se vienen relacionando entre ellos y desde siempre de una manera muy similar, muy parecida. Las palomas, cigüeñas y diferentes aves emigran en formaciones flexibles y cambiantes, pero siempre agrupadas, las abejas en sus colmenas se organizan meticulosamente, los búfalos en función de las temporadas se desplazan en manadas, igualmente antílopes, ciervos y un largo etc. Los lobos en situaciones climatológicas adversas buscan territorios más benévolos en invariable formación estricta militar (machos fuertes y jóvenes, hembras preñadas, viejos de la manada, recién nacidos...), incluso anchoas, sardinas, ballenas y delfines se desplazan grupalmente. Las focas anidan juntas, incluso las propias hormigas tienen un lugar común de convivencia y diferentes asunciones de responsabilidad compartida desde tiempos inmemoriales. Siempre decidieron de igual manera.

El ser humano, en cambio, ha ido variando en sus ámbitos de organización, convivencia y, por ende, de decisión. Ha ido sucesivamente evolucionando en dichos ámbitos. En sus orígenes fue la aparición del lenguaje lo que facilitó la comunicación entre ellos. Este hecho les posibilitó una ventaja adaptativa sobre el resto de especies, facilitando la organización y convivencia entre ellos y así se desarrollaron pequeñas sociedades de cazadores y recolectores primitivos que reunían a las sociedades que les eran más próximas como era la familia, familias o grupos familiares y fueron quienes asumieron la decisión de la protección y gobernación de sus componentes. Decidir bien era clave.

Los primitivos griegos, Aqueos, Jonios y Eolios, eran pastores seminómadas y su entorno más próximo era el clan. Todos eran descendientes de un mismo antepasado y rendían culto al mismo dios. Varios clanes unidos entre sí formaban un grupo familiar más extenso, las fraternidades o fratrias. Por razones de defensa y/o de conquista, las fraternidades se unían para formar la tribu, la cual también tenía el mismo dios y el mismo grito de guerra. La voz de la sangre, la comunidad de cultura y la identidad de la divinidad eran los vínculos que unían a los miembros del grupo e inspiraban su organización y la sumisión a la autoridad patriarcal. Llegó un momento en el que las tribus sintieron necesidad de asociarse para formar la civitas o polis, la antigua ciudad soberana era la exigencia impuesta por la necesidad de decidir el lograr un bien común a varias tribus. El reto seguía siendo decidir lo más y mejor posible.

La necesidad desbordaba límites familiares y exigía la integración de esos grupos en una unión superior: la mencionada civitas, cuyo contenido es el demos o pueblo y cuyos miembros son los ciudadanos. En los primitivos grupos familiares tan solo teníamos padres, hijos, hermanos, parientes y no existía el concepto de ciudadanía sinónimo de participación en la toma de decisiones en la vida pública. En la época de Solón, la ciudad de Atenas estaba compuesta por cuatro tribus, cada una de las cuales estaba formada por tres fratrías y cada fratría comprendía varios clanes. Los ámbitos de convivencia, coexistencia y decisión seguían su evolución.

Los estados en Europa al menos surgieron de la unión de reinos y en su origen fueron áreas de mercado unitario, con moneda y ejército propios, zona de producción, consumo y fronteras o aduanas. Pues bien, ese estado tan eficaz y creador en muchos aspectos, tan destructor en otros, es el que se nos aparece cuestionado hoy en día por fisuras mal cerradas y solapadas por otras nuevas que el desarrollo económico, tecnológico, la globalización y ahora mismo la pandemia han producido.

Mucho ha llovido en la historia del ser humano, mucho ha cambiado alrededor del concepto de acertar en la decisión, en su quién, en su cómo y en su dónde. De ahí, y mirando al mañana poscovid, algunas preguntas sobrevenidas:

Una general: ¿seremos a día de mañana capaces de ser diferentes, defender puntos de vista distintos sin quebrar el respeto mutuo ni la convivencia, capaces de ser iguales en dignidad, derecho, obligaciones y en la toma de decisiones?

Y otras más precisas, particulares y alguna que otra reflexión: ¿y ahora, a día de hoy, los ciudadanos vascos, europeos, y del mundo entero con qué nos encontramos? Se nos está acabando un mundo de certezas, de lo invulnerable y de la autosuficiencia. Vivimos con exceso de ruido, de luces cortas (pasamos del pánico a la euforia) y no de luces largas con perspectivas. Y hablando de pandemias, ¿cuál es el ámbito de decisión más adecuado en la toma de decisiones para hacer frente con un mínimo de eficacia a la pandemia que estamos sufriendo y que nos tiene desconcertados y viviendo en la mayor de las incertidumbres sanitarias, económicas y sociales?

¿Podemos afirmar que vivimos entre el ya no de los estados y el todavía no de la gobernanza global? ¿Somos conscientes de que lo pequeño es demasiado pequeño, lo grande demasiado grande y que el grande necesita del pequeño y el pequeño del grande y que ambos ámbitos se complementan? ¿Conscientes de que pertenecemos a ámbitos superpuestos cual matrioscas? ¿Y del poder económico-político de las farmacéuticas?

¿Conscientes de que la pandemia nos ha mostrado una condición humana frágil, limitada y que se impone la coordinación, la cogobernanza colaborativa eficaz, sin dilaciones excesivas, que marque líneas maestras, que responda a lo local, a lo pequeño, que sume sinergias, esperanzas e ilusiones? ¿Percibimos que la pandemia exige mayor integración política en la línea de fortalecer instituciones transnacionales, una especie de transición hacia inteligencias cooperativas en términos de globalización?

¿Durará ese nuestro desconcierto en la medida que lo agudo de la pandemia se mitigue? ¿Mantendremos las incógnitas aquí mencionadas, seguiremos sosteniendo las preguntas y reflexiones comentadas a lo largo de estas líneas en esos nuevos tiempos que parece que se nos avecinan, vía vacunas? ¿Reconocemos la dificultad que ha habido en la coordinación y cogobernanza colaborativa en las sucesivas tomas de decisión tomadas entre el gobierno central y los entes autonómicos a lo largo de todo un año de pandemia y la propia UE? ¿Reconocemos que la pandemia nos ha venido a recordar y subrayar la relevancia de la colaboración y la asociación, la necesidad de la interdependencia como medio para llegar más lejos demostrando capacidad a la adaptación y al cambio?

¿Estas cuestiones que se han puesto encima de la mesa por la pandemia, se quedarán en la medida que la vacunación masiva se imponga o perderán intensidad y seguiremos como sin darles demasiado recorrido? ¿Podemos afirmar en que reflexiones presentes en la pandemia respecto al papel de lo público, reflexiones que han brotado, se mantendrán en el tiempo como cuestiones importantes para dedicarle tiempo, ganas y esfuerzos?

¿Puede ser cierto que en los momentos más agudos de pandemia el papel del estado como garante del "bien común" haya podido ganar enteros en nuestras referencias como vascos provocando, quizás, desconciertos referenciales no conocidos? Y una última: ¿Veremos una UE fortalecida en la prevención sanitaria?

Barack Obama ha publicado sus memorias: Una tierra prometida, y habla de la "audacia de la esperanza". Sea. Hoy a la mañana, sumido en estas reflexiones, me han vacunado. Bien.