ace algunos años, cuando Joe Biden aún era miembro del Senado de los Estados Unidos, se dirigió a sus compañeros de partido y simpatizantes en un recinto a rebosar en la ciudad de Denver, Colorado, con un discurso que todavía hoy se recuerda. En la histórica Convención Nacional Demócrata que encumbró la figura de Barack Obama como candidato a la presidencia de los EEUU, lanzó la siguiente reflexión a sus compatriotas: "Un trabajo es mucho más que un sueldo. Se trata de dignidad, de respeto, de poder mirar a los ojos de tus hijos y decirles que todo va a ir bien. Hoy día mucha gente no puede decir eso".

Aquella intervención del actual presidente estadounidense tuvo lugar en verano de 2008, en un momento crítico de la historia reciente: en mitad de la gran crisis financiera que estaba afectando de lleno al bienestar de la sociedad norteamericana y cuyos graves efectos ya se dejaban sentir en todo el mundo. Casi trece años después, cuando las consecuencias sociales y económicas de una cruel pandemia afectan a muchísimas personas y familias a escala global, sus palabras vuelven a ser de enorme actualidad. Porque no han sido pocos quienes, en estos largos últimos meses, han perdido su empleo o han visto peligrar su puesto de trabajo. Sin olvidar a quienes llevaban tiempo sin un contrato estable y seguro, una situación que en muchos casos se ha visto agravada, desgraciadamente. También entre nosotros y nosotras.

Efectivamente, este último año ha sido muy duro. En especial, en primer lugar, para quienes han sufrido en su propia piel el envite del covid-19 o han perdido a algún ser querido como consecuencia de la enfermedad. A todos ellos y ellas, toda mi solidaridad y cercanía, de corazón. En segundo lugar, no podemos olvidarnos de los hogares que, por diversas razones, están pasando apuros al ver mermados sensiblemente sus ingresos económicos como consecuencia de la crisis.

Pese a todas las dificultades y los problemas sobrevenidos, agentes sociales y económicos de distintos ámbitos, junto con las instituciones vascas lideradas por el Gobierno Vasco, hemos desplegado en este último año un abanico de acciones, medidas y de programas sin precedentes. Por un lado, para priorizar la salud pública y proteger al máximo a las personas más vulnerables frente al virus. Por otro lado, para activar nuevas herramientas que contribuyesen a impulsar la economía y el empleo, así como a sostener a los sectores más perjudicados. Un esfuerzo comunitario que ha sido especialmente significativo en Gipuzkoa y que nos recuerda, una vez más, la importancia de contar con unas instituciones fuertes, una sociedad comprometida y un tejido asociativo dinámico, así como una industria innovadora y enraizada en el país.

Se trata de una labor que, sin embargo, no termina aquí. Es ahora cuando, al empezar a vislumbrar un horizonte sanitario y socio-económico más positivo, debemos intensificar una agenda social y económica ambiciosa, con un objetivo claro: que la recuperación económica llegue a todas las familias, a todas las personas. Queda un esprint final en el que tendremos que mantener la tensión, evitando a toda costa contagios y repuntes que puedan poner en peligro la salud de las personas. Pero, además, si nos fijamos en el medio plazo, tenemos ante nosotros una exigente maratón para reforzar el dinamismo de nuestra economía y evitar el crecimiento de las desigualdades sociales. Se trata, sin lugar a dudas, de uno de los principales desafíos que afrontamos como sociedad. Un reto ilusionante.

Nuestro éxito o fracaso en esa tarea dependerá, en buena medida, de la capacidad que tengamos para crear puestos de trabajo dignos, de calidad e inclusivos para todas las personas, en especial para aquellos que más difícil lo tienen. Un objetivo complejo, ambicioso, que supone desarrollar una economía capaz de garantizar un trabajo de calidad para toda la ciudadanía. Una meta que nos interpela a las instituciones y al tejido empresarial, pero también al conjunto de agentes sociales y económicos. Una responsabilidad compartida que nos debe animar a dar pasos decididos en esta dirección.

A partir de esta convicción, en el marco del programa Etorkizuna Eraikiz, la Diputación de Gipuzkoa lleva desde 2018 desarrollando una innovadora estrategia de empleabilidad. Se trata de la Estrategia de Empleo Inclusivo y de Calidad Elkar Ekin Lanean, cuyo despliegue para los próximos años hemos presentado recientemente.

Elkar Ekin Lanean, en resumen, es una estrategia que busca reforzar la inserción socio-laboral de las personas en riesgo o situación de exclusión. Es decir, ofrecer un empleo digno a los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad, mediante una red de protección local coordinada que les acompañe, que les ayude a dar todos los pasos hasta llegar al mercado de trabajo, desde la formación hasta la inserción laboral, con un seguimiento personalizado. Se trata, al fin y al cabo, de construir un sistema propio de inclusión y empleabilidad. Integral e inter-conectado. Un esfuerzo que requiere de la participación del conjunto de fuerzas institucionales, económicas y sociales de Gipuzkoa, siempre en colaboración con el resto de territorios y del Gobierno Vasco, en el marco de la Estrategia Vasca de Empleo 2030.

Nuestro territorio, gracias a un modelo socio-económico propio, a su fortaleza industrial, a un sistema equitativo de reparto de la riqueza y de unos servicios sociales punteros, ha conseguido un nivel de bienestar elevado, a la vez que uno de los mejores índices de desigualdad de Europa. A pesar de todo, el último Estudio de Pobreza y Exclusión, publicado en 2018, revelaba que casi 38.000 personas se encontraban en situación de pobreza, con unos ingresos inferiores a 613,3 euros mensuales. Un dato que, a todas luces, puede haber empeorado como consecuencia de la pandemia.

Estamos hablando de jóvenes anclados en puestos de trabajo precarios, de personas con baja cualificación, de migrantes que han decidido establecerse en nuestro país, de personas desempleadas de larga duración, de quienes se encuentran en paro con más de 45 años y de mujeres víctimas de violencia machista, entre otros. Colectivos a quienes, como sociedad, debemos dar una respuesta sólida y esperanzadora. Porque es de justicia y porque solo así seguiremos siendo una sociedad avanzada y solidaria, tanto desde el punto de vista social como económico.

Si somos capaces de crear puestos de trabajo de calidad e inclusivos para todas las personas, también estaremos construyendo un dique de contención contra el populismo xenófobo que avanza sin complejos en otras zonas del Estado y de Europa. En nuestro país no tienen cabida este tipo de actitudes, porque somos una sociedad solidaria. Pero es el momento de activar todo el potencial de nuestro tejido social y económico para, con la mirada puesta en el futuro, fortalecernos como comunidad de personas. Gipuzkoa aspira a convertirse en uno de los territorios con menos desigualdades sociales en el mundo. Y la estrategia Elkar Ekin Lanean juega un papel fundamental en ese cometido.

Somos una referencia internacional en el campo del empleo protegido -para personas con discapacidad física e intelectual- y de la economía social, gracias a las empresas del tercer sector social y a las cooperativas, respectivamente. Debemos aspirar a conseguir lo mismo en el ámbito de la inclusión de las personas que se encuentran en la pobreza o en riesgo de caer en ella. Porque el trabajo es la principal herramienta para garantizar una vida digna y poder construir un proyecto de vida en igualdad de condiciones. Y porque, solamente así, podremos mirar a los ojos de las generaciones venideras y decirles que todo va a ir bien.

Diputado general de Gipuzkoa