oy celebramos el Aberri Eguna en el contexto de las condiciones impuestas por la pandemia. A pesar de que todavía estamos lejos de alcanzar la normalidad, hay motivos para la esperanza. Durante todo este tiempo miles de personas han perdido a sus seres queridos y las enormes consecuencias económicas y sociales requerirán un proceso de reconstrucción compartida. A pesar de todas las dificultades generadas por un virus para el que no estábamos preparados, las instituciones vascas y la inmensa mayoría de la sociedad vasca estamos haciendo un enorme esfuerzo para hacer frente a esta compleja y difícil situación. Siempre hay errores, contradicciones y mucho recorrido para la mejora, pero creo que es necesario agradecer a los colectivos que han estado y están en la primera fila, a la ciudadanía que actúa con responsabilidad y a las instituciones que están gestionando las consecuencias de la pandemia.

Con el Aberri Eguna celebramos el día la patria vasca, la existencia de un pueblo con una identidad colectiva que se expresa en términos de nación y que aspira a decidir libremente su futuro en igualdad de condiciones al resto de las naciones y pueblos del mundo. La pandemia ha condicionado nuevamente la celebración de este Aberri Eguna, pero al mismo tiempo nos brinda una oportunidad para pensar sobre el presente y el futuro de la nación vasca y sobre las condiciones para su desarrollo.

Estamos asistiendo a un cambio social, político y económico de mayor trascendencia que el que supuso la transición política. Hace más de 40 años el debate sobre la construcción nacional vasca se apoyaba en la existencia de una comunidad política con una conceptualización clara y en la profunda convicción de que los sistemas institucionales de autogobierno podrían garantizar de manera lineal las condiciones de desarrollo de nuestra comunidad política. A pesar de la enorme división estratégica que ha caracterizado al nacionalismo vasco y de la constante erosión por parte del Estado español, lo cierto es que hemos logrado importantes avances en la construcción nacional vasca. Sin embargo, los cambios que se están produciendo en el contexto de la globalización sitúan el debate sobre la construcción nacional en nuevos parámetros. La globalización económica, la crisis de la democracia liberal y el profundo individualismo de las sociedades de consumo además de las condiciones políticas específicas en Euskadi, España y Francia revelan un nuevo escenario político.

Las identidades colectivas vivimos una fuerte erosión de nuestro grado de solidez comunitaria (este proceso se refleja con mayor intensidad en las naciones sin estado); el mercado y el consumo se han convertido en elementos clave en la construcción de nuestra vida social y han provocado una disminución de los niveles de identificación de las personas respecto a la comunidad. La reducción del Capital Social Comunitario es una realidad.

El ecosistema de relaciones sociales donde se produce la realidad nacional se está multiplicando exponencialmente y vive un proceso de aceleración debido a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación; esta nueva realidad también redefine los parámetros del proceso de construcción nacional.

Las instituciones derivadas del autogobierno muestran una alta efectividad en la prestación de servicios, pero evidencian enormes limites en el proceso de construcción nacional o en la capacidad de influir en el desarrollo de la comunidad política. Algo parecido nos está sucediendo a los partidos políticos nacionalistas; nuestra vinculación con la sociedad se reduce cada vez más a la gestión de la actividad institucional previa legitimidad electoral, quedando en un segundo plano la capacidad de interaccionar con la sociedad en términos más integrales. Los partidos políticos mantenemos la capacidad de movilizar electoralmente a la sociedad, pero estamos perdiendo referencialidad cómo actor transformador de la misma.

Mientras tanto la influencia de los estados es cada vez mayor; no sólo la que ejercen a través de los procesos de recentralización o a través de los tribunales constitucionales de turno, sino a través de su enorme capacidad de socialización, producción simbólica y de su capacidad para imponer su relato sobre el comportamiento democrático. No hay mayor control social que la capacidad de establecer qué está bien y qué está mal. El Estado es cada vez más el sujeto exclusivo de la producción de la ética democrática.

Nuestras categorías políticas de análisis y las lógicas aspiraciones que nos planteamos como pueblo y nación se enfrentan a una realidad cada vez más volátil, compleja e incontrolable; De ahí la necesidad de reflexionar y acordar sobre las condiciones de desarrollo de futuro de la construcción nacional. Me gustaría apuntar tres cuestiones:

En primer lugar, es necesario incorporar la nación vasca a la nueva agenda política. La construcción nacional exige hoy constituirse en marco de respuesta a los retos del cambio climático, de la digitalización, de la competitividad, de la diversidad y de la inclusión. Y no podremos dar una respuesta adecuada a esta nueva agenda política si no conectamos nuestra comunidad nacional con la comunidad global ni somos capaces de compatibilizar nuestra identidad con las condiciones que nos impone el contexto de la globalización. Euskadi ha de adaptarse a las condiciones de desarrollo global superando su dicotomía nación-Estado.

En segundo lugar, es necesario incorporar a la construcción nacional un modelo de gobernanza colaborativa entre instituciones públicas, sociedad organizada y sociedad civil. La construcción nacional no puede ser delegada en exclusiva al sistema institucional, simple y llanamente porque cada vez hay mas sistemas de relación (que afectan directamente a la construcción nacional) que se encuentran fuera de la órbita de la estructura institucional. Es, por lo tanto, necesario un proceso de reempoderamiento del espacio público vasco. O se incorpora a la sociedad a la construcción nacional o no hay construcción nacional.

En tercer lugar, la condición básica para el logro de la institucionalización del derecho a decidir del pueblo vasco pasa hoy inevitablemente por un proceso previo de fortalecimiento endógeno de la nación vasca (fortalecimiento ético, comunitario e institucional). La institucionalización del derecho a decidir no dejará de ser una pose estética de fines de semana si no hay una fuerza de conjunto (instituciones-sociedad) que la active y la sostenga; y esto pasa por crear realmente comunidad nacional con las potencialidades que de facto existen actualmente. No es una tarea fácil en un contexto en el que cada vez más lo políticamente correcto significa dar una respuesta al conjunto de la sociedad (conjunto de la sociedad determinada fundamentalmente por las condiciones constitucionales sustentadas en la soberanía del pueblo español). De ahí la importancia de que el conjunto del nacionalismo vasco comparta unos mínimos estratégicos y actúe en consecuencia.

Burukide del EBB