l anunciado efecto Illa ha funcionado a medio gas. Por un lado, el PSC ha obtenido el mayor número de votos y a igualado a Esquerra y, por el otro, no ha logrado su propósito que era el desinfle de los partidos soberanistas y colocarse como opción de gobierno. Como explicación del nuevo tablero político catalán hay que decir que se repite el triunfo de los independentistas que sí pueden formar gobierno.

En realidad, el efecto Illa estaba cantado, no tanto por los méritos del ex ministro, sino por el pronosticado descalabro de Ciudadanos, cuyos votos han tenido dos destinos principales: el PSC como opción posibilista, pragmática, y VOX como opción ideológica. Si el PSC hubiera presentado a otro candidato, igualmente hubiera funcionado el voto útil a los socialistas, detalles aparte. ¿A qué otra candidatura unionista, con capacidad de disputar la victoria podrían votar quienes en 2017 votaron a Ciudadanos? Era el momento de los socialistas, el escenario idóneo para un trasvase de votos dentro del bloque contrario al derecho a decidir. En todo caso Illa ha sacado el 11,57% de los votos sobre el censo, el 20% si sumamos a VOX, Ciudadanos y PP. Por su parte, los independentistas han logrado el 27% sobre el censo. Esto es lo que tienen las elecciones, que cada cual puede estirar el chicle por donde mejor le venga.

Así pues, el aumento en 16 escaños es un magnífico resultado para el PSE y el PSOE. Ahora bien, es en España donde más peso va a tener lo logrado, debido al desastre del Partido Popular y Ciudadanos que da oxígeno al Gobierno de coalición PSOE/Unidas Podemos. En cambio, en Catalunya, se irá diluyendo el discurso de Illa a medida que pase el tiempo. Ser o no ser gobierno marca la diferencia. Ya le ocurrió en 2017 a Ciudadanos: consiguió ganar las elecciones con 36 escaños, pero su rol de oposición fue una continuada y ruidosa protesta en el parlament. Práctica que, al parecer, no le ha dado rédito.

La realidad es que en un sistema parlamentario gana las elecciones quién puede formar y liderar un gobierno. El PSC sustituye a Ciudadanos como oposición, pero no llega ni de lejos a poder formar gobierno. En cambio, el independentismo logra más el 51,7% de los votos y aumenta sus escaños hasta 74, frente a 53 de los constitucionalistas. Pero si aceptamos que En Comú Podem defiende el derecho a un referéndum de autodeterminación, la diferencia aumenta y los 74 se convierten en 82.

Será ERC quien tomará la iniciativa real para formar gobierno. Illa podrá intentarlo si el presidente del parlament le otorga la posibilidad, pero será tan sólo un truco para estirar su protagonismo y obligar a En Comú Podem a darle su apoyo. También es verdad que no está todo dicho y habrá que ver si los independentistas cumplen con el documento que han firmado, por el que se comprometen a no hacer pactos con el PSC. Ya se sabe que en política no vale mucho la palabra, ni siquiera lo firmado.

En todo caso el PSOE/PSC pueden intentar seducir a ERC con vagas promesas, por ejemplo, con la manzana envenenada de un referéndum futuro, condicionado y sin fecha. Pero hay algo que va en contra del propósito del PSC: el 155. El 1 de Octubre de 2017 hubo un estado de sitio transversal: la policía pegó a mayores y a jóvenes, a mujeres y a hombres, a creyentes y a ateos, a altos y bajos, pegó a todo el que quiso sin pedir el DNI. Una brutalidad muy transversal por la que nadie ha pedido perdón al pueblo de Catalunya.

Sin embargo, no será sencillo que ERC y Junts se pongan de acuerdo, aun cuando están destinados a entenderse. Y tendrán que hacerlo so pena de que, quien cargue con la responsabilidad, pagará una alta factura electoral en el futuro. Tuvieron muchas broncas en los últimos años, pero creo que las dificultades se superaran finalmente.

Permanece un bloque de mayoría -ahora absoluta- por el derecho a decidir que obliga a Madrid a mover ficha. Ya está claro que el clamor de referéndum es consistente, no es una nube de verano. El intento del PSOE, con el apoyo de una campaña brutal en favor de Illa no ha logrado su gran propósito. Ahora la cuestión es ¿qué gobierno?

Pep Aragonés ha iniciado conversaciones para formar gobierno. Y lo está haciendo desde el acierto de ofrecer un espacio amplio que comprenda además de a ERC, a Junts, a la CUP y a En Cómu Podem. Es verdad que el partido de Carles Puigdemont se ha apresurado a rechazar la presencia de los comunes. Pero pienso que Aragonés tiene razón. Y la tiene porque el foco debe orientarse al derecho a decidir y no a la independencia. Para llegar a la cumbre hay que pasar por objetivos intermedios. El momento actual es de acumular fuerzas, de abrir nuevos espacios que hagan más fuerte la opción de la autodeterminación.

La vindicación del referéndum es el objetivo del ahora. El de la independencia necesita todavía de un recorrido más amplio. Hoy, es el momento de ampliar espacios que incorporen a las fuerzas sociales y políticas que defienden la autodeterminación. Encerrarse en una burbuja de pureza independentista es un error. Veremos qué pasa.

Otro asunto es saber si los comunes aceptarán formar parte de un gobierno con hegemonía independentista. Pienso que no deberían tener complejo. Su participación sería cualitativamente importante. Esto es algo que parece estar entendiendo la CUP que, dicho sea de paso, pondrán exigencias sociales y democráticas como contrapartida. En el caso de los comunes deberían tomar nota que su posición por el referéndum necesita mostrarse fuerte, real, comprometida, superando la tentación de hacer de ello un discurso de sólo palabras. Con ello los comunes pueden superar una dificultad: la de ser ese hibrido que no termina de ser atractivo por muy interesante que parezca intelectualmente. Una posición que le llevó a votar en contra de Jordi Turull en su intento de investidura en 2018. Y lo hizo junto con Ciudadanos, Partido Popular y PSC.

Ahora, la suma de comunes y la CUP puede dotar a la alianza de gobierno resultante de un contenido de izquierda muy necesario.