l Proceso de Burgos comenzó siendo el proceso seguido contra 16 militantes de ETA. El Gobierno del general Franco lo ha convertido en el proceso del pueblo vasco. Todos los vascos estamos implicados en él. Todos sentimos como propias las sentencias que se dicten". Lo dice Manuel Irujo desde su autoridad moral, intelectual y patriótica mientras está sucediendo. No se me ocurre mejor juicio, especialmente oportuno y clarificador cuando están siendo muchos los que lo cuentan, 50 años después, fuera de contexto y obedeciendo a sus prejuicios ideológicos, cuando no a sus virajes biográficos. En otro momento, también dirá Irujo que "los de ETA, que son unos locos, en el actual momento nos representan a todos". En consonancia con lo que él dice, se puede afirmar, frente a lo que se oye estos días, que Burgos no dio alas a la lucha armada ni siquiera a una ETA debilitada, dividida y confundida ideológica y organizativamente, sino al conflicto vasco, a la existencia de un pueblo oprimido. Como dejó escrito entonces el combativo sacerdote Julio Ugarte desde su exilio, "en adelante habrá que dividir la historia del nacionalismo, y aun del franquismo, en dos etapas: antes del juicio de Burgos y después del juicio".

Recuerda hoy Antton Karrera, uno de los de Burgos, que los procesados aprobaron un escrito contra el secuestro del cónsul alemán Eugène Beihl llevado a cabo por Juan José Etxabe y los suyos, aunque no lo llegaron a hacer público, pero no explica por qué. Al recibir Jokin Gorostidi del abogado Juan María Bandrés la noticia del secuestro, asumiendo el papel de portavoz de todos los procesados y seguro de que todos estarían de acuerdo, lo condena, interpretándolo como un intento por parte de Etxabe, Handixe, de capitalizar su sacrificio. El abogado José Antonio Etxebarrieta, más formado e informado, les hace ver que la condena pública no conviene porque el secuestro ha sido bien recibido por el pueblo y porque, lejos de perjudicar la defensa, no hará sino colaborar a su difusión. Cuando el cónsul es liberado en Alemania sin contrapartidas, el análisis de Etxebarrieta, el más politizado de los abogados, se refuerza. Los de Burgos, incluyendo a Mario Onaindia y Teo Uriarte hasta que les trasladan a la cárcel de Zamora donde está José Luis Zalbide y les hace cambiar de opinión, son muy críticos con los posos nacionalistas y sentimentales que el papel dirigente de la burguesía ha dejado en "el origen del Movimiento Revolucionario Vasco". Son críticos también con el aventurerismo activista de lo que Etxabe representa.

Irujo describe y disecciona así a ETA en derredor del Proceso: es un movimiento de juventud, radicalizado por las persecuciones del Gobierno del general Franco, que aspira a obtener el reconocimiento de la personalidad nacional vasca por la violencia. Se trata de "una minoría activa y entusiasta, capaz de dar la vida por sus ideales". Son palabras suyas, escritas en el momento, con su autoridad moral y un conocimiento cercano de lo que era ETA, como prueba la certera disección que de ella hace. "ETA contiene tres grupos distintos: el nacional-socialista, que es el que actualmente lo dirige, desde el Interior; el marxista-leninista, cuyo jefe más conocido es el estudiante José María Eskubi, con residencia en Bruselas; y el patriota de acción directa, del que es figura destacada Echabe, el que hizo la huelga de hambre en la catedral de Bayona. La mayoría de los 16 procesados de Burgos, antes de ser puestos presos, pertenecían al grupo encabezado por Eskubi. Los raptores del cónsul alemán en San Sebastián pertenecen al grupo que dirige Echabe. Ello explica que ETA -Grupo Echabe- realizara el rapto del cónsul, lo haya retenido 25 días y lo haya liberado, sin perjuicio de que el grupo nacional-socialista manifestara que no tenía ETA nada que ver con el rapto. Y explica también que los procesados, al conocer el rapto del cónsul, hayan manifestado su disconformidad con esos procedimientos, que no son los de su grupo específico". No se puede ser más preciso ni más riguroso. Irujo estaba acostumbrado a redactar informes, más de uno a servicios exteriores, y se le nota.

ETA ya había sufrido antes un abandono muy significativo de algunos de sus fundadores -Txillardegi, Benito del Valle, José Manuel Agirre, Xabier Imaz- por disentir de lo que entendían como deriva marxista leninista de la organización que comandaba entonces Eskubi y proponiendo por su parte un socialismo humanista y democrático que trataron de desarrollar en la revista Branka. Ya había sufrido también una escisión por la izquierda de los que inicialmente se adjudicaron la legalidad de las siglas -Pako Iturrioz, Alvarez Dorronsoro, Eugenio del Río, Javier Ortiz-, luego se presentaron como Komunistak y finalmente como EMK-Movimiento Comunista de Euskadi. Cuando llega el Proceso de Burgos, todos reman en la misma dirección a la hora de movilizar a la opinión pública internacional, alguna intelectualidad española y catalana y el movimiento obrero organizado. ETA VI ha salido unos meses antes de la asamblea con la legalidad y la representatividad de la organización en el Interior, que es lo que en ETA siempre se priorizó, aunque sus dirigentes más reconocibles hayan tenido prontamente que exiliarse. Patxo Unzueta, el más significativo de ellos, entra en contacto con Jean Paul Sartre y le proporciona la información que, a su juicio, serviría para una correcta lectura de lo que es, representa y pretende ETA. Sartre, que escribe el prólogo del libro de Gisèle Halimi sobre el Proceso, saca sus propias conclusiones y elabora una teoría que reforzará las tesis de los activistas de ETA, algo muy alejado de los deseos de Unzueta, de los que pronto harán causa común con la EGI Batasuna que dirige Iñaki Mugika Arregi, Ezkerra. José Mari Eskubi, Mikel Azurmendi, Jon Larrinaga, Txato Agirre y unos cuantos militantes más se identifican como Células Rojas y publican Saioak desde París, Burdeos, Bruselas, Lovaina e Iparralde. El enfrentamiento entre los ganadores de la sexta asamblea y los expulsados del grupo de Eskubi llegan a lo físico cuando reclaman la restitución a la organización de la famosa y misteriosa "maleta de Eskubi". Entretanto, también el liderazgo de Etxabe es cuestionado por los suyos y es sustituido por Eustakio Mendizabal, a quien rodean los activistas más decididos, que son los que finalmente reciben el reconocimiento abertzale y hacen posible en 1971 la fusión entre ETA V y EGI Batasuna.

Aseguran hoy algunos analistas políticos e historiadores que Burgos se convirtió en el icono liberticida del que se valdrían luego los activistas de ETA para matar; dicen que Burgos galvanizó a los sectores que apostaban por la violencia en el País Vasco; dicen que tuvo un efecto perverso. A ETA (V) le pone en el mundo, sin embargo, el magnicidio de Carrero Blanco en un momento en el que tampoco faltan fricciones entre los que apuestan por el activismo y los que lo ven incompatible con la organización y movilización del movimiento obrero. A ETA, a la que las izquierdas veían con recelo si no antipatía por su confesado nacionalismo, el atentado contra Carrero, en su espectacularidad y trascendencia, le abre todas las puertas. En el marco de la Revolución de los Claveles, esa nueva simpatía se materializará en acuerdos revolucionarios y nuevas posibilidades para practicar una lucha armada que se inspirará en fuentes tupamaras, irlandesas, palestinas y que tendrán su reflejo en los planteamientos y la actividad de ETA político-militar en sus inicios. ETA militar transita entre tanto otros caminos y otra lógica, que tiene más que ver con la de los herederos de Txikia.

Puedo dar fe de la repercusión que el Proceso de Burgos tuvo en los medios de comunicación de todo el mundo. El análisis de su tratamiento en tres diarios caraqueños fue materia para mi tesis de licenciatura y me permite recordar hoy que en ese mes de diciembre se estaba celebrando un juicio contra judíos en Leningrado que se analizaba en paralelo como ejemplos de regímenes no democráticos. Juan Nuño escribía de "Vascos y Judíos". Le Monde editorializaba sobre "Las dos violencias". Se hacía noticia de que "Casals fue a misa con vascos el día que cumplía 94 años" y un premonitorio titular del diario El Nacional de Caracas recogía a mediados de mes y de juicio que "El Almirante Carrero Blanco anuncia que reforzará el Ejército al denunciar amenaza de subversión comunista". "¿Quién condenó a quién?", fue la última aportación editorializante de este diario que, como los otros analizados y con diferentes enfoques, no dejó un solo día del mes de diciembre de hablar del Proceso de Burgos: no había precedente de semejantes despliegue con noticia alguna. Y no solo en Venezuela.

Periodista