no de los efectos colaterales de la pandemia es, sin duda, el desequilibrio emocional que supone observar cómo ha cambiado el entorno que nos rodea. De estar acostumbrados a un roce humano más profundo, a movernos sin complejos y sin reparos hemos pasado a tener el mayor cuidado posible desde la respiración hasta los objetos que tocamos. ¿Existe alguna pauta que nos pueda ayudar a conllevar esta situación? Y eso sin tener en cuenta la nueva incertidumbre: no tenemos ni idea de cómo va a ser la situación sanitaria (con sus ramificaciones económicas y sociales) ni siquiera dentro de un mes. ¿Qué podemos hacer entonces para mantener un mínimo equilibrio emocional que nos permita cierto desarrollo personal?

Es el momento de denunciar muchas de las tonterías de los libros de antiayuda, con sus mensajes aburridos y repetitivos esos de que "un fracaso es el preludio de un éxito", "hay que perseverar", "nunca te rindas", "el que resiste gana", "mantén el espíritu positivo" o "si peleas lo suficiente tus sueños se cumplirán". Pensemos, por ejemplo, en la última frase. Miles y miles de niños sueñan con ser futbolistas de primera división. Por definición, no todos pueden llegar a serlo. No hay espacio para tanto sueño.

Estas frases, mal usadas, son peligrosas ya que dan a entender que ese es el camino seguro para el éxito. Y eso es falso. En términos sociales, lo más normal es que la mayor parte de las personas terminemos en la mediocridad. Son estadísticas. Eso no es malo. Es más; es muy bueno: podemos tener una vida maravillosa en un puesto mediocre. Ver crecer a los hijos, a uno mismo, disfrutar de pequeños momentos, reír y aprovechar o crear experiencias inolvidables es la salsa de la vida. Más que tener un gran puesto.

No obstante, no podemos engañarnos. Existen muchas circunstancias personales en las que la pandemia deja pocas posibilidades de desarrollo: es labor de la sociedad civil y de los organismos públicos ayudar a estas personas. No es caridad. Es la regla número uno de las interrelaciones humanas: evitar el sufrimiento de los demás.

La vida enseña que para lograr el éxito en términos de gran puesto importa ser de buena familia, tener dinero y sin duda, tener contactos. Sí: el esfuerzo, la determinación, saber lo que se quiere y orientar nuestras capacidades a unos objetivos claros y concretos son aspectos que nunca se van a infravalorar. Sin embargo, el lienzo debe ser completo.

Es el momento de aplicar ideas que nos empujen a tener cierto equilibrio emocional. El método a aplicar: aforismos poderosos. Existen otros mecanismos, como las historias o narraciones, la gamificación, las emociones, las fábulas, los refranes. Es más, si nos encontramos angustiados, podemos acudir a un psicólogo. Si nos sentimos desorientados, podemos acudir a un coach (este término en inglés significa cochero: persona que gobierna y dirige los caballos a su destino). Desde luego, las opciones son múltiples. Pero vamos a los aforismos.

"Un buen líder es quien logra que la confianza colectiva a largo plazo se imponga sobre la incertidumbre a corto" (Daniel Kahneman). Pocos líderes políticos cumplen este principio. Merecerían destacarse dos mujeres: Angela Merkel en Alemania y Jacinda Ardern en Nueva Zelanda. Sin embargo, muchos empresarios o presidentes de organizaciones sociales están tomando medidas sanitarias, estratégicas o económicas que siguen el principio de Kahneman. Así es como se mejora el futuro.

"Los europeos funcionan con esquemas mentales no adaptados al mundo en el que vivimos" (Pedro Alonso). Nuestro cerebro es rígido y tiene como objetivo gastar la menor energía posible. No obstante, los cambios actuales y los que están por venir (computación cuántica, inteligencia artificial o digitalización) nos deben hacer ser flexibles. Como diría Bruce Lee, ser como el agua.

"Quise ahogar las penas en alcohol, pero las condenadas aprendieron a nadar" (Frida Khalo). La realidad es la que es, no la que queremos que sea. Cualquier intento de edulcorarla está condenado al fracaso. No aceptar las cosas, con declaraciones tan desafortunadas como las de Cristiano Ronaldo al decir, después de dar positivo, que "el PCR es una m" no cambia la realidad.

"El lenguaje es el vestido de los pensamientos" (S. Johnson). La programación neurolingüística consiste en técnicas usadas para modificar los procesos del cerebro y la conducta de las personas a través del lenguaje. Los políticos lo saben, y en consecuencia sus discursos usan expresiones para orientar comportamientos. Por otro lado, podemos mejorar nuestro lenguaje mental y verbal como base para equilibrarnos mejor.

Terminemos con otros aforismos más sencillos: "El que domina sus pasiones, sus deseos y sus temores es más que un rey" (John Milton).

"Nunca hubiera podido hacer lo que hice sin los hábitos de la puntualidad, el orden y la diligencia o sin la determinación de concentrarme en un solo tema cada vez" (Charles Dickens).

"Saber para prever a fin de poder" (August Comte). "Somos lo que decidimos" (Mariano Sigman).

Economía de la Conducta. UNED de Tudela