as elecciones presidenciales en Estados Unidos son en realidad 50 elecciones simultáneas cuyos resultados se computan de forma independiente. Los votos de cada Estado se traducen en electores del US Electoral College (con un total de 538 electores), que son quienes eligen al presidente. Excepto en Maine y Nebraska, con sistemas mixtos de asignación de electores, el ganador del voto popular en cada estado se lleva todos los electores de ese Estado.

La gran mayoría de estados suelen ser Estados seguros (safe states) para el candidato de uno u otro partido. Y siempre hay unos pocos Estados clave, bisagra o indecisos (battleground states o swing states) en los que cualquiera de los dos candidatos a presidente puede ganar. En estos estados clave se deciden las elecciones presidenciales estadounidenses.

De acuerdo con los meta-análisis de encuestas de mayor calidad, por ejemplo el modelo FiveThirtyEight de Nate Silver, en estas elecciones los Estados clave son los siguientes: Michigan, Wisconsin, Pennsylvania, Arizona, Florida y North Carolina. Además, Minnesota, Nevada, Georgia, Iowa, Ohio y Texas jugarían algún papel, dependiendo de los resultados.

A 27 de octubre, FiveThirtyEight otorga a Biden ventajas que van de 8,4 puntos en Michigan a 0,1 en Iowa. El vicepresidente con Obama ganaría el Electoral College si se impone, ceteris paribus, en tres estados clave que Trump ganó en 2016: Michigan (+8,4 Biden), Wisconsin (+6,7 Biden) y Pennsylvania (+5,3 Biden).

Para ganar, Trump tendría un camino más difícil: vencer en los Estados clave más proclives a los Republicanos -Texas (+2,5 Trump), Ohio (+1,2 Trump), Iowa (+0,1 Biden) y Georgia (+0,2 Biden)- más North Carolina (+1,7 Biden), Florida (+2 Biden), Arizona (+2,5 Biden), Pennsylvania (+5,3 Biden) y Wisconsin (+6,7 Biden).

El modelo de FiveThirtyEight da a Trump un 12% de probabilidades de ganar y 194 votos en el Electoral College (se necesitan un mínimo de 270 para ser elegido presidente). Una victoria de Trump es posible, aunque improbable.

Recordemos que en 2016 Trump ganó las elecciones contra pronóstico. Las diferencias porcentuales de Biden con Trump en intención de voto en los Estados clave son mayores ahora que las que tenía Clinton en las fechas previas a los comicios de hace cuatro años. Pero se prevé una reducción de estas diferencias en lo que resta hasta el proximo martes, 3 de noviembre, aunque no se está detectando un voto oculto a favor de Trump, al contrario que en 2016.

Además, el porcentaje de votantes indecisos declarados es muy pequeño, según The Economist/YouGov (el 6% frente al 14% en estas fechas hace cuatro años). Y cada día que pasa hay muchos menos ciudadanos en quienes influir, pues un gran número de ellos (mucho mayor que en 2016) está votando y habrá votado antes del día 3, tanto en persona como por correo. Por todo ello se puede decir que los modelos nos estarían dando datos más fiables esta vez.

Hay que recordar, en todo caso, que esos modelos no son predictivos ni pueden decirnos cuál será la participación final, ni cómo estará compuesta. Además, en varios estados clave las diferencias entre los candidatos en intención de voto están dentro del margen de error demoscópico.

Se espera una participación muy alta, unos 165 millones de personas (66% del censo, algo que no ocurría desde hace más de cien años), sin que se observe con claridad si ello beneficiará más a un candidato que a otro.

¿Qué hay a favor de Trump? El número de presidentes que no han sido reelegidos es pequeño: diez de 45 desde 1789 y solo tres desde la Segunda Guerra Mundial (Ford, Carter y Bush padre).

Quizá por ello, en una encuesta de Gallup del pasado septiembre, la percepción de un 56% de estadounidenses, independientemente de su preferencia de voto, era que ganaría Trump, frente a un 40% que creía que ganaría Biden. En octubre, otra encuesta revelaba que un 56% de los ciudadanos consideran que su situación económica es mejor hoy que hace cuatro años.

Otros factores favorables a Trump son el aumento muy significativo, en las últimas semanas, de votantes registrados como republicanos. El último tramo de campaña, además, está aderezado con las revelaciones de un asunto de negocios sin aclarar de un hijo de Biden que podría implicar a su padre y que Trump está utilizando sin tregua.

Los republicanos están intentando sacar adelante, antes de las elecciones, un nuevo paquete de ayuda económica a los ciudadanos por la covid-19. Finalmente, este martes, 26 de octubre, se votó en el Senado la confirmación para el Supremo de la jueza Barrett, nominada por Trump. Todo esto podría dar al presidente votos adicionales.

Sin embargo, todos los modelos reflejan que el presidente sufre una acusada pérdida de apoyo electoral entre las mujeres, en especial las mujeres blancas universitarias de los suburbios pero también entre las mujeres blancas sin estudios universitarios.

Los jubilados también están abandonando a Trump, asustados con su gestión (prácticamente inexistente) de la pandemia. Por otro lado, se espera un incremento significativo del voto joven respecto a 2016, lo que ayudaría a Biden.

Muy elocuente es el rechazo a Trump de muchos líderes republicanos, incluídos algunos de sus ex colaboradores en la Casa Blanca (Tillerson, Mattis, Bolton, Kelly, etc.). Además, varios senadores y algunos congresistas republicanos, temerosos de perder su escaño si siguen asociados a Trump (la Cámara de Representantes y un tercio del Senado se renuevan el 3 de noviembre), también lo han criticado abiertamente. Ben Sasse, senador por Nebraska, ha calificado a Trump de "narcisista incompetente y supremacista blanco".

En septiembre, más de 500 generales jubilados y otros altos funcionarios de seguridad nacional publicaron una carta de apoyo a Biden señalando que Trump "no está a la altura" de las responsabilidades de su cargo. Paul Selva, Jefe del Estado Mayor Conjunto con Trump hasta 2019, es uno de los firmantes.

Biden ha tenido una gran ventaja en fondos de campaña. A 25 de octubre, disponía todavía de 162 millones de dólares frente a los 44 millones de Trump. Se ha venido notando en la masiva presencia de publicidad electoral demócrata en televisión y redes sociales, y podría ser decisivo en el resultado que salga de las urnas.

Es muy probable que el vencedor no se conozca la noche del 3 de noviembre. Habrá que esperar a que se contabilicen al menos una gran parte de los aproximadamente 80 millones de votos por correo que se esperan recibir en total. Sin embargo, algunos estados clave podrían ofrecer resultados conclusivos ya esa noche, entre ellos Florida y North Carolina. Un resultado claramente favorable a Biden en Florida sería una noticia inquietante para Trump y quizá definitiva. Ningún candidato republicano desde 1924 ha conseguido la presidencia sin ganar en el Sunshine State.

Intranquilo por la probabilidad de perder y tener que enfrentarse a la justicia, Trump está acelerando el ritmo de sus ataques al proceso democrático de Estados Unidos. Ha sembrado falsedades sobre posible fraude en las papeletas de voto por correo, la interferencia extranjera y la legitimidad de los votos contados después del día de las elecciones.

Su intención declarada de no reconocer los resultados en caso de ser derrotado no ha sorprendido en la ciudad de Nueva York, donde Trump nació, creció y ha vivido hasta 2017, donde le conocemos bien desde hace mucho tiempo, donde en 2016 recibió tan solo el 19% de los votos y donde va a perder esta vez también de forma estrepitosa.

Si se produjera una victoria de Biden de forma abultada, incluso una landslide victory (cuando la diferencia entre los contendientes es de dos dígitos), que podría también dar el Senado a los demócratas, muy pocos correligionarios republicanos apoyarían la intención de Trump de no conceder su derrota. Otros resultados llevarían a escenarios más complejos e inciertos.

London School of Economics y Massachusetts Institute of Technology