l presidente de la anterior Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en su última intervención ante el Parlamento Europeo de hace un año, afirmó que Europa es el continente más pequeño y que nuestra población no deja de reducirse. Señaló un dato elocuente: a comienzos del siglo XX, los europeos éramos el 20% de la población mundial; al final de ese siglo, ya sólo éramos el 4%. Y en pocos años ningún país de la Unión Europea estará entre los siete países del G-7. Por ello, afirmaba con convicción, Europa es más necesaria que nunca, pues sólo la unión hace la fuerza.

En la actualidad, Europa se está moviendo a ritmo acelerado. En la mayor parte de los países miembros de la Unión Europea se está produciendo un vivo debate sobre qué Unión quiere la ciudadanía, cuáles son las reformas a realizar y cómo debería ser la participación de las distintas instituciones y de la sociedad civil. La nueva Comisión Europea, presidida por la alemana Ursula von der Leyen, ha impulsado la creación de una Conferencia Europea que dé voz a la sociedad civil sobre estos temas, contribuyendo a establecer los temas que luego serán discutidos por la Convención Europea, donde estarán representadas las instituciones europeas y estatales de los países miembros. Al final del proceso, los gobiernos de los Estados adoptarán los acuerdos que se consideren necesarios e incluso, probablemente, reformarán los tratados existentes.

La primera fase de este debate se produjo entre marzo de 2017 y mayo de 2019, cuando se produjeron las elecciones al Parlamento Europeo. En esas elecciones, la ciudadanía europea eligió a sus representantes en el Parlamento Europeo, que aprobó la composición de la actual Comisión. De modo que en mayo de 2019 los europeos elegimos dos de las instituciones que decidirán el rumbo de Europa. La tercera pata de esta decisión estará en manos de los gobiernos de los Estados, que también elige la ciudadanía de cada país.

En la actualidad, con una amplia mayoría del Parlamento Europeo favorable a profundizar la integración de la Unión, con la Comisión ya operativa desde hace meses, y tras la aprobación del ambicioso Programa de Reconstrucción, que ha duplicado el presupuesto de la UE, Europa comienza la fase decisiva de su reforma. Así, la actual legislatura europea, que terminará en 2024, será decisiva para conocer el futuro de la Unión.

Por su parte, el Gobierno vasco, que está terminando de configurar sus cargos de segundo y tercer nivel, se dispone a afrontar la legislatura con varios retos mayúsculos: en primer lugar, gestionar la pandemia y toda la compleja situación sanitaria y social que está provocando; en segundo lugar, afrontar la recuperación económica y avanzar en una transformación de nuestra economía que implica, al menos, la digitalización, la reindustrialización, la transición hacia un modelo que integre la protección y recuperación del medio ambiente y la mejora de nuestro modelo educativo; y, en tercer lugar, conseguir una reforma de nuestro marco de autogobierno, completando, actualizando y mejorando el que lleva vigente desde 1980.

En todos estos retos, el papel de la Unión Europea resulta clave, cuando no decisivo. En este sentido, constituye una buena noticia que la legislatura vasca está alineada con la europea, ya que, ambas legislaturas durarán hasta 2024.

Esta legislatura vasca estará fuertemente condicionada por la gestión de la pandemia a escala de la UE y por los fondos europeos del Programa de Reconstrucción. Una buena parte de nuestras relaciones empresariales y mercados se encuentran en la Unión Europea y estarán también condicionadas a la negociación entre la UE y el gobierno británico respecto a su salida (brexit).

A su vez, como se ha mencionado, la UE tiene una potente agenda de cambio en marcha con la inminente creación de la Conferencia Europea, en la que la voz de los vascos y vascas debería ser escuchada. Hay que lograr que nuestra voz, nuestros intereses y nuestra visión de la Unión Europea alcancen la Conferencia y puedan contribuir al cambio en el que se encuentra el proceso de integración.

La reforma del Estatuto, con un renovado marco de autogobierno, deberá incluir necesariamente la participación en la UE. Este es uno de las principales insuficiencias existentes en el Estatuto actual. Aunque se han logrado avances, como la participación en algunos grupos de trabajo en el ámbito de la UE, etc., aún queda mucho por hacer para mejorar nuestra participación en el entramado institucional de la Unión. Debería ser una de las prioridades del futuro acuerdo sobre nuestro autogobierno.

Otro aspecto relevante, y a menudo olvidado, es que el proceso de integración europea ha hecho posible que se difumine la frontera entre Iparralde y Hegoalde gracias a la creación del espacio Schengen, y se han facilitado los contactos económicos gracias a la moneda común, el euro, y mediante la cooperación transfronteriza. Europa es marco del encuentro entre los vascos y vascas de ambos lados del Pirineo.

Por encima de todo ello, Europa, el proyecto político humanista que dio inicio a la integración tras el final de la Segunda Guerra Mundial, es un marco político de referencia, supone nuestro ámbito natural geopolítico y económico. Nuestra correcta inserción y acomodo en esta realidad europea constituye uno de los principales elementos de la autodeterminación del pueblo vasco. Hoy en día, en muchos de los grandes desafíos que tenemos, no existe apenas capacidad política ni soberanía fuera de la escala europea. Esta escala es una absoluta necesidad económica, política y geopolítica. Y su importancia debe reflejarse en la agenda política de nuestro gobierno y nuestro parlamento.

Además, esta importancia de la Unión debe expresarse institucionalmente con claridad, y aquellos órganos que gestionan nuestra política europea deben ser dotados de suficiente peso político y recursos, tanto materiales como humanos. Europa no es un área más de nuestra política exterior, constituye un área de la máxima importancia estratégica, como país. Y esta legislatura, en la que, pese a todas las convulsiones, se abordan importantes cambios y reformas en la UE, Euskadi debe estar preparada para apostar por la integración, realizar nuestra mejor contribución al proyecto europeo y mejorar nuestras formas de participación en las instituciones europeas.

Sin embargo, Euskadi no sólo debe mejorar su representación y voz en la Unión, o tratar de acceder a distintos fondos europeos. En nuestra reflexión sobre Europa debe haber un espacio central para contribuir al debate de qué Unión necesitamos los europeos y europeas, una Unión eficaz y eficiente, unida alrededor de unos valores centrales pero respetuosa de su diversidad interna, capaz de construir una democracia más allá del Estado, que respete los derechos humanos, dentro y fuera de nuestras fronteras, que promueva un modelo más sostenible y en armonía con el medio ambiente, que sea capaz de hablar con una sola voz en algunos temas y que gane peso en el mundo.

Euskadi debe tener una idea de Unión Europea en clave política. Y, dentro de ella, una vez asegurado el bien común europeo, garantía de nuestra democracia, economía y seguridad, debemos encontrar la mejor forma de acomodar nuestra identidad y realidad, nuestros intereses y particularidades dentro de dicha Unión. Sólo si todos los pueblos pensamos y actuamos con altura de miras, sin olvidar el bien común europeo, Europa tendrá un futuro. Es una tarea tan difícil como inexcusable.

Profesor de Relaciones Internacionales (UPV/EHU)