ivimos una situación delicada y difícil. El terrible impacto de la crisis sanitaria por el repunte generalizado y preocupante de la pandemia del COVID- 19 en las familias y en la vida social está condicionando tanto nuestras relaciones sociales como la vida personal de cada uno de nosotros e incluso el mismo sistema sanitario vigente en nuestro país. No estamos acostumbrados a vivir una realidad tan dramática y nos cuesta asumir las medidas que se dictan. Por otra parte, se extiende cada vez más la idea de que escapa de nuestras manos, a corto y medio plazo, una solución médica eficaz. Se nos impone ir conquistando espacios al extendido mal que padecemos, cumpliendo estrictamente lo que se nos pide desde el Gobierno del país y las autoridades sanitarias. Se ha dicho con razón que “no es el momento de conquistar el cielo, sino de evitar el infierno…”.

Teníamos una delicada situación económica que la pandemia ha agravado, afectando a casi todos los sectores del entramado social, como el comercio, la hostelería, la industria, el turismo… sin olvidarnos del sector primario. Es de justicia señalar el esfuerzo que están realizando los diversos agentes sociales y económicos intentando dar una salida a esta crisis; a la vez que, sin privilegios ni recortes arbitrarios, exigen una justa y equitativa distribución de las diversas ayudas que llegan de las instituciones nacionales y comunitarias. Ahora más que nunca se antepone tener presentes los principios y las exigencias de la justicia distributiva, priorizando las necesidades de los más débiles.

Aunque lo abordaremos en otra ocasión, no queremos dejar de señalar también el grave y delicado desafío del nuevo curso escolar que debe comenzar en breve. La garantía sanitaria y educativa, ante un regreso presencial en los centros escolares, es otro de los grandes desafíos al que nos enfrentamos de forma inmediata.

Aunque todavía necesita ser perfeccionado con nuevas aportaciones de otros agentes educativos, se ha configurado un plan de curso por parte de las autoridades educativas, garantizando una solvente y efectiva iniciación del curso escolar.

Además de las señaladas, descubrimos otras diversas crisis de gran envergadura que van apareciendo cada día y que exigen dedicación y valentía, así como medios materiales por parte de las instituciones públicas. Aquí reside la implicación de cada uno de nosotros.

Siempre hemos dicho que la crítica política es necesaria en todo país democrático, y que cada partido o grupo social pueda presentar sus proyectos en la sociedad, pero existen ciertos momentos en los que se exige un talante político más cualificado. Convertir al oponente político en enemigo, con una permanente denuncia, acusación y enfrentamiento ideológico, tergiversando incluso datos reales, buscando un protagonismo interesado, va en contra del consenso necesario para reconstruir la vida social. El diálogo sincero y la cooperación leal siempre son necesarios, mucho más en los momentos que atravesamos. Los grandes proyectos sociales y políticos que se exigen en las manifestaciones públicas y se presentan en las campañas electorales son palabras vacías si no van acompañados de planes concretos, efectivos y con los medios solventes necesarios.

La sensatez no rinde electoralmente. La polarización no es nueva y no oculta evidentes fallos en la gobernanza, mucho más en una realidad cambiante. Pero existe también entre nosotros un problema de base que hay que decirlo alto y claro: la aversión, el desprecio y la intolerancia ganan cada vez más espacio, no sólo en las redes y algunos medios de comunicación, sino también en la calle, en los ayuntamientos y en las relaciones sociales. Para algunos esto es progresar, “construir pueblo”… No es que la ironía y el escepticismo, instrumentos útiles para la convivencia, estén desapareciendo, sino que ideas tan fundamentales como el diálogo, la búsqueda de la verdad, el apoyo mutuo, etc., ellos las consideran auténticas aberraciones. La maldición de las “dos Españas” que han de helar el corazón del españolito, según A. Machado, parece aplicarse hoy en Euskal Herria e infiltrarse en amplios sectores políticos y sociales.

Por ello titulábamos este artículo Afrontar juntos nuestro futuro, siendo conscientes de los problemas existentes y de las actitudes necesarias para conseguirlo.

La esperanza, como la felicidad, es una permanente búsqueda. Necesitamos hoy más que nunca un ánimo renovado y una sonrisa para tiempos oscuros. Porque seguimos juntos en el mismo barco.Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y José María Muñoa