onald Rumsfeld fue secretario de Estado norteamericano en la época de la invasión de Irak (año 2003). Para justificar dicha invasión siempre se habló del asunto de las tristemente célebres “armas de destrucción masiva”. Hoy Irak es un estado semifallido que está formado por tres bloques, en el norte, predomina la minoría kurda; en el centro, los suníes; en el sur, los chiíes. El coste financiero de toda esta operación se estima, según el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, en un billón de dólares. Algo de dinero ya es, sí señor.

¿A qué viene toda esta introducción? En la rueda de prensa realizada para explicar la operación, Rumsfeld dijo una frase que ya es célebre: “Hay cosas que sabemos que sabemos, hay cosas que sabemos que no sabemos y hay cosas que no sabemos que no sabemos”. Es una frase memorable: explica como pocas el conocimiento humano y sus limitaciones. Explica, como ninguna, la visión de la situación actual en términos sanitarios y económicos.

En este ámbito, hay muchas cosas que no sabemos que no sabemos. Sabemos que se desconocen efectos secundarios de personas que han pasado el

En conclusión, debemos aprender a vivir con incertidumbre. La expectativa dentro de un año es completamente imprevisible: ¿Habrá aparecido una vacuna? ¿Habremos alcanzado la inmunidad del rebaño? ¿Habrá aparecido una mutación más virulenta? O de manera un poco más positiva, ¿se habrá extinguido el virus? No sólo eso, ¿se mantendrá el equilibrio social? ¿Habrá surgido alguna circunstancia inesperada? O, de manera más positiva, ¿el desarrollo de las renovables habrá generado energía más barata y accesible? No lo sabemos.

Estas circunstancias inesperadas se llaman cisnes negros, en expresión de Nassim Taleb, divulgador que popularizó la expresión en un libro publicado hace ya doce años. Lo más curioso: para Taleb no estamos inmersos en un cisne negro, ya que era razonable la aparición de una pandemia mundial. En otras palabras, ya estábamos avisados. Son las cosas de los humanos: no tomamos medidas hasta que vemos, como en los cuentos, las orejas al lobo. Y esto es lo que les ocurre a los políticos: al fin y al cabo son humanos.

Llama la atención la gran cantidad de pensadores que han comentado la historia esa de que “lo único inmutable es el cambio”, “los cambios que estamos viendo son impresionantes”. Bien, esa afirmación no es correcta.

Vamos a ver, ¿cuándo ha habido más cambios? ¿Del año 1940 a 1980 o desde 1980 hasta 2020? En el año 1940 vivíamos una guerra incivil e, independientemente de eso, las condiciones de habitabilidad de los hogares eran muy pobres en comparación con las actuales. Basta comparar una casa en los dos períodos de tiempo. Los electrodomésticos existentes en 1980 eran los mismos que los del año 2020. Sí, la calidad ha mejorado, pero el aparato era el mismo. En 1940, simplemente, no había ni lavadoras, ni frigoríficos, ni televisiones, ni semejantes. Entre los años 80 y la actualidad lo más destacable, la hiperconectividad vía teléfono móvil, Internet, y, hasta ayer, de los medios de transporte.

Volviendo a Rumsfeld, no sabemos cuándo acabará toda esta historia del virus. Eso es evidente. Pero lo más importante, lo que distingue al buen dirigente o gestor (aquí incluyo una empresa, una familia e incluso uno mismo) es prepararse para lo inesperado. Eso es lo que pasa más a menudo.

¿Cuál es la forma de afrontar lo inesperado? Se pueden seguir varias recomendaciones. A nivel personal, será conveniente cuidarse, controlar las cuentas, estar alerta para valorar si un puesto de trabajo o un mercado concreto corre riesgo de desaparecer (el teletrabajo está demostrando que mercados basados en intermediaciones están en peligro). A nivel empresarial, lo mismo. A nivel de gestión pública, tenemos un problema grave. Todos los políticos, estén en el gobierno o la oposición, se preocupan más por su relato, por defender lo suyo, por atacar al rival. Sólo así se explican ataques de unos y otros llamándose, de manera refinada, “asesinos”. Esto hace que la confianza en ellos esté bajo mínimos. En este aspecto, me gustaría hacer un llamamiento a los medios de comunicación. Por favor, cuando pregunten algo concreto, exijan una respuesta concreta. En caso contrario, insistan. Sigan haciéndolo. Y si el político dice que no le parece correcto contestar, ya está.

Sea de una u otra forma, debemos ser humildes y reconocer todo lo que no sabemos que no sabemos. Así emergerán los líderes, aquellos que, en palabras de Daniel Khaneman, son “quienes logran que la confianza colectiva a largo plazo se imponga sobre la incertidumbre a corto”.