ada día nos asomamos a la ventana, y miramos un tiempo y una situación nunca conocidas. Es difícil situarse ante la muerte, y ante lo desconocido, como seres vulnerables. Desde aquí nuestro reconocimiento y saludo fraterno a quienes se hayan visto afectados y castigados por la pandemia, de forma especial a los trabajadores y trabajadoras que han dejado sus vidas por cuidarnos, por trabajar.

Pero además de como seres vulnerables a una pandemia, tenemos que situarnos también como personas trabajadoras que de forma necesaria y vital abrimos nuestro corazón y nuestra esperanza, toda nuestra fuerza de clase, para revertir los daños que a consecuencia de la pandemia, y por la fuerza, el capital se esforzará en que paguemos, los de siempre. Y tenemos que empujar con toda nuestra fuerza de clase para combatir lo que el capital y sus gobiernos títeres nos quieren imponer, para construir un día mejor al que asomarnos desde nuestras ventanas.

La pandemia provocada por el virus COVID-19 nos ha asomado a una mañana de cielos grises y oscuros. El amanecer predecible que antecede a los recortes, a la apuesta de los gobiernos y el capital por la privatización y el expolio de los bienes públicos, la apuesta por precarizar los trabajos, y las vidas, la apuesta que nos condena a un futuro tan incierto como nos quieren hacer creer.

Pero la vida se impone, se impone el amor, se imponen las flores que en este tiempo florecen pese a quienes se aprovecharán de las circunstancias para intentar acabar con la primavera. Y con esa fuerza se debe imponer la razón de clase, la de los olvidados, la de los y las esenciales. Es el momento de aunar esfuerzos, de sumar mayorías que pongan la vida por delante de los beneficios, que sitúen las necesidades de las personas por delante de las necesidades del capital.

Es el momento de defender la sanidad y la educación públicas y universales, de invertir en su futuro como bienes imprescindibles de interés general. Nos toca igualmente dignificar los cuidados, sí, dignificar todos esos trabajos, y también empleos, que nunca han sido valorados en su justa medida y que son esenciales. Es urgente que situemos a las personas en un primer término.

Construyamos juntas un futuro al que asomarnos desde nuestras ventanas, con empleos dignos, con fórmulas que garanticen vidas dignas, con empleo o sin él, en el que la precariedad y las vidas no vividas sean parte del pasado. Un futuro donde la sanidad y la educación estén en manos y al servicio de la ciudadanía para su bienestar y florecimiento. En definitiva, construir un futuro sin personas excluidas ni desahuciadas.

Este Primero de Mayo nos asomaremos a las ventanas (nuestra responsabilidad social aplaza, por poco tiempo, nuestro asalto a calles y plazas), con la convicción de gestar un mundo nuevo. Donde la labor construida desde una perspectiva feminista y desde el respeto a la naturaleza y a la vida sostenible sea la base desde la que levantamos nuestro futuro.

Este Primero de Mayo borraremos el miedo y la imposición, el desgobierno de militares y policías de salón, de represión de balcón. Alzaremos nuestra voz alta y clara, organizadas en las fábricas y las escuelas, en las calles y los tajos, contra quienes quieren acabar con nuestros derechos laborales y sociales, con nuestras vidas. Y es que ya no valen medias tintas ni palabras bonitas.

Solo nos vale un cambio de paradigma radical frente a la muerte y desolación que ofrece este sistema.

Sumemos fuerzas, construyamos agenda, el tiempo puede correr a nuestro favor si remamos juntas. Estamos a tiempo de que nos guste asomarnos a la ventana. Gora Maiatzaren Lehena.

Jone Gibelalde es coordinadora nacional de ESK y Félix Irizar, miembro de la Comisión Nacional Permanente de Steilas