Esta obra es de gran relevancia por ofrecernos la más antigua información de la Península Ibérica. Es la primera vez que se dan tantos datos de Iberia al hablar, tanto de pueblos como de accidentes geográficos, ciudades y otros aspectos culturales. En esta obra, escrita en latín y en verso, aparecen nuestros antepasados los vascones. Avieno los calificó como “inquietos vascones”. Todo un síntoma.

Aunque los textos conservados de la época romana sean escasos, es necesario preguntarse por qué los vascones aparecen en ellos mientras otros pueblos limítrofes brillan por su ausencia. Está claro que los vascones estaban adornados por algunas virtudes que los hacían especiales. Sin ir más lejos, la literatura romana transmitió una imagen de los vascones muy precisa caracterizada por su ferocidad. Pero hay que tener en cuenta que la ferocidad y la bravura en el combate eran unas cualidades admiradas en el mundo romano. Silio Itálico elogió el valor de los vascones porque despreciaban el casco y la loriga (armadura que cubría el torso) en las luchas, también eran célebres por su ligereza, y los menciona participando en las guerras púnicas al lado de Aníbal y vinculando la ferocitas vasconum con las victorias de Aníbal. Son los mismos guerreros a los que se refirió Tácito cuando expresó que las cohortes de vascones aseguraron la victoria de Galba sobre los britanos y germanos, pero critica su modo de luchar “atacan por la espalda al enemigo desprevenido”. Mera apreciación personal.

Varios autores romanos mencionan a nuestros antepasados en sus escritos como hombres indómitos, lo cual se ha interpretado por parte de algunos autores modernos como reflejo de su conciencia étnica y de su resistencia a ser asimilados. Lo cierto es que los vascones de los primeros siglos de nuestra era manifestaron una gran vitalidad acompañada de una fuerte personalidad. La progresiva desactivación del grado de romanización alcanzado llevó aparejado el reforzamiento de los elementos indígenas y se tradujo en un dinamismo que buscaba el afianzamiento como pueblo distinto a los demás: van dejando de ser romanos para volver a ser vascones. El derrumbe de la hegemonía romana dio paso a una revasconización de todo el territorio. El territorio original de los vascones se reducía a la casi totalidad de la actual Navarra, pero el mayor atractivo histórico de este pueblo no se cifra en su capacidad económica o militar, que en tiempos de los romanos fue escasa, sino en su fuerza para regenerarse y mantener hasta nuestros días sus señas de identidad. Hoy, como tantas otras veces, los vascones o navarros están empezando a dar señales de inquietud. La revasconización de la totalidad de su territorio ya es imparable.

Dieciséis siglos después de la publicación de la obra latina Ora Marítima, se descubren en el yacimiento de Iruña-Veleia, a diez kilómetros de Vitoria, unas piezas de cerámica que contienen inscripciones en latín y en euskera y que fueron datados, en principio, entre los siglos III y VI d.C. En estos hallazgos arqueológicos aparecían textos en euskera -con un sorprendente parecido a la lengua actual- lo que suponía una prueba irrefutable de la existencia del euskera en Álava en época romana y de que los várdulos, caristios y autrigones eran de habla vasca. Con ellas se habría cerrado definitivamente la controversia sobre la vasconización tardía, tal como remarcó en su momento el lingüista Gorrochategui. Pero de la sorpresa inicial por los hallazgos se pasó a la sospecha de falsedad que llevó a la Diputación Foral de Álava a encargar una evaluación externa de expertos, cuyos dictámenes confirmaron la falsedad de los grafitos. Los grafólogos que estudiaron esos hallazgos concluyeron que las inscripciones en euskera de Veleia son modernas e incluso algunos testigos declararon que fue el propio director de la excavación el que habría realizado en 2004 no sólo los dibujos (algo admitido por él ante el Juzgado), sino también los textos que los acompañaban. Los peritos por su parte llegaron a la conclusión de que los textos son de una misma mano así como los dibujos, incluso desvelaron que la inscripción de una pieza se grabó tras ser encolada la cerámica con pegamento Si esos yacimientos hubiesen sido verdaderos habrían puesto en cuestión amplios apartados de las teorías sobre el euskera sostenidas por Mitxelena y habrían derrumbado el mito de la vasconización tardía.

La hipótesis de la vasconización tardía explica una serie de hechos lingüísticos e históricos de forma más congruente que la hipótesis opuesta, esto es, la de una vasconidad antigua del actual territorio de Euskadi. En un trabajo publicado en 2011 por Abaitua y Unzueta se defiende que la expansión altomedieval habría propiciado la fragmentación dialectal durante los siglos VI-XI d.C. En líneas generales puede afirmarse que la vasconización tardía no es sino un paso más de la expansión y diversificación dialectal del euskera en la tardoantigüedad. Estas conclusiones siguen la línea del filólogo Koldo Mitxelena que en su artículo titulado Lengua común y dialectos vascos defendía la tesis de que los dialectos no podían ser muy antiguos por el amplísimo número de características comunes a todos ellos ni tampoco por el elevado número de innovaciones comunes, hecho difícilmente explicable de ser muy antiguo el fraccionamiento dialectal. Así, las abundantes palabras provenientes del latín han seguido una evolución similar en todos los dialectos. Mitxelena intuyó que cuanto mayor sea la cantidad y la calidad de las innovaciones, ello será indicio de que los dialectos pueden ser antiguos, mientras que, si ese número es reducido, ello será prueba inequívoca de que los dialectos son relativamente recientes, por lo que consideró que la fragmentación dialectal se produjo después del siglo VI.

Los autrigones, los caristios y los várdulos eran pueblos de origen indoeuropeo como los cántabros, astures y galaicos. Esta conclusión está avalada por la toponimia, la onomástica, la arqueología y la lingüística. El ejemplo más verificable está en la hidronimia, en los nombres de los ríos, a los que se considera como los topónimos más constantes en el tiempo. Deva, Nervión son nombres claramente célticos. Abundan topónimos con sufijos célticos en -ica, como Gernika, Sondika o Gabika y todos los antropónimos autóctonos de Euskadi son indoeuropeos y los topónimos vascos existentes en Euskadi son casi todos descriptivos y mucho más recientes, en concreto de época medieval. Solo después de la época romana sobrevino un corrimiento de vascones hacia Euskadi y también hacia Gascuña, hechos documentados por las crónicas francas y godas en los siglos VI y VII. Fue en el siglo VI de nuestra era, cuando los vascones saliendo de sus fronteras naturales irrumpen como un vendaval en el territorio del actual Euskadi colonizando a las poblaciones celtas allí asentadas. Pero no hay motivo para la preocupación, no pasa nada si uno descubre que sus ancestros eran celtas y no vascones. Lo importante es que los inquietos vascones llegaron a Euskadi para quedarse. Todos pertenecemos al mismo pueblo y el euskera brilla en nuestro cielo como luz perpetua.