Un arraigo de ida y vuelta
Sobre el arraigo empresarial
El arraigo territorial de una empresa puede entenderse como “la imbricación de relaciones económicas y culturales dentro de las estructuras sociales e institucionales localizadas en el territorio que facilitan las relaciones sociales”, según se recoge en el Informe de Competitividad dl País Vasco 2025 de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad que ha sido presentado hace unos días, en donde se plantea esta cuestión en un contexto de internacionalización de nuestras compañías que en los últimos años, se presenta muy volátil y tensionado geopolíticamente.
Esta definición recogida por los investigadores de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad pone en evidencia que el arraigo de las empresas vascas, que se ha convertido en santo y seña de la política industrial que está llevando a cabo el Gobierno de Pradales, no es una cuestión de carácter estructural y jurídico, sino una “relación viva y acumulativa entre empresa y territorio”. Esta relación hay que entenderla desde dos planos: la implicación territorial, es decir el grado de conexión de su empresa con su entorno inmediato, y el atractivo empresarial, que recoge la aportación tangible de la empresa al desarrollo del territorio.
El proyecto de investigación Errogi, impulsado por Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad y Deusto Business School con la financiación de la Diputación Foral de Gipuzkoa, en lo que supone un programa pionero para medir el arraigo de las empresas, en el que se investigaron un total de 272 compañías con unos ingresos entre 50 y 10 millones de euros, pone en evidencia, al margen de que el arraigo es una cuestión multidimensional y dinámica, que una empresa no está arraigada por estar localizada, sino por estar conectada y ser relevante para su entorno.
Teniendo en cuenta todas estas consideraciones sorprende que el consejero de Industria, Mikel Jauregi, deje en el aire y sin aclarar la ubicación de la nueva sede social de Ibermática entre Donostia o Bizkaia, sin reparar que, tras estos doce años de peregrinaje por Madrid y Sevilla, la compañía que ahora se quiere “repatriar” hunde sus raíces desde su misma constitución en la capital guipuzcoana. No se entiende que un miembro del Gobierno Vasco, que será uno de los accionistas de la Ibermática rescatada, no tenga en consideración esta circunstancia histórica y la estrecha vinculación de la empresa con Donostia, sino es para incentivar la entrada de algún socio vizcaino en el consorcio que se ha hecho con la puja de la antigua compañía donostiarra o forzar la participación de Kutxa Fundazioa que, de momento, ha declinado la invitación a participar en esta operación de la que fue conocedora por los periódicos.
Alguien tendrá que explicar porque en esta operación liderada por la Fundación Bancaria BBK no se contó desde su inicio con Kutxa Fundazioa, a pesar de ser el segundo accionista de Kutxabank, que participa también en la “repatriación” de Ibermática, y cómo algunos días después de conocerse públicamente la iniciativa recibió una propuesta de incorporación condicionada a la aportación de 60 millones de euros con la exigencia de una respuesta rápida dados los plazos para presentar la oferta en la puja abierta por la vendedora Ayesa.
La propuesta, que consistía en que tanto la Fundación Bancaria BBK como Kutxabank, aportaban 100 millones de euros cada uno, mientras que Kutxa Fundazioa contribuía con 60 millones y el Gobierno Vasco con 40 , en tanto que los 200 millones restantes, hasta completar los 500 millones en los que está valorada Ibermática, se canalizarán a través de deuda financiera, no tuvo respuesta por las urgencias con las que se planteó y por la política de inversiones que está llevando la fundación guipuzcoana.
No tiene ningún sentido dejar esta interrogante en el aire y fijar la decisión futura en manos de los nuevos accionistas cuando se está hablando de recuperar a una empresa que ha sido propiedad de dos fondos de capital riesgo que han devaluado todo su activo y potencial que tenía en 2013, cuando Kutxabank, -el principal accionista de la compañía con el 48% de los títulos en ese momento-, decidió venderla. Ahora, doce años después, ha decidido regresar formando parte de un consorcio que quiere recuperar aquello que, de manera voluntaria, se desprendió sin evaluar el activo estratégico que tenía para este país.
Ibermática es una compañía tecnológica donostiarra desde su fundación en 1973 a iniciativa de la entonces Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, de la que Kutxabank es heredera, y Telefónica y fue pionera en un ámbito que entonces se encontraba poco desarrollado y que dos años más tarde vería nacer empresas como Microsoft, Apple o Google, por poner algunos ejemplos. En Donostia existe un ecosistema vinculado a las tecnologías de la información que gravita en torno a la facultad de Informática de la EHU, creada en 1976 junto con las de Madrid y Barcelona, las únicas existentes en aquel tiempo en el Estado español, y que ha dado origen a un gran número de empresas, algunas de reconocido prestigio internacional.
Si puede haber razones para explicar porque la sede central de la Ibermática deba ubicarse en Bizkaia, habrá las mismas para entender que la sede social y operativa de la madrileña Talgo pueda situarse en Gipuzkoa y no en Araba, -donde solo tiene una planta productiva-, con la ventaja de que aquí contamos con una de las multinacionales europeas más importantes del sector de la movilidad ferroviaria. Ya que nadie ha cuestionado que Talgo deje de ser madrileña para recuperar su identidad alavesa, tampoco parece razonable que desde un modelo de país equilibrado desde algunas instancias vizcaínas se pretenda volver a deslocalizar Ibermática de su ubicación histórica de origen.
De no ser así, sería el último caso de una continuada y pertinaz querencia de centralizar todo lo importante de este país en Bizkaia, sin tener en cuenta la realidad económica y social de los otros dos territorios que forman parte de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) y que ha provocado situaciones de agravio por la inconsistencia de unas decisiones adoptadas desde una visión petulante.
Hace tres años, 42 jefes de Servicio del Hospital Universitario de Donostia denunciaron la gestión de los entonces responsables del departamento de Salud y Osakidetza por el intento de trasladar actividades, como el tratamiento de la carcinomatosis peritoneal, donde es un centro referencial, así como otras ligadas a la investigación médica, a hospitales de Bizkaia. Este intento provocó la reacción del entonces alcalde de Donostia, Eneko Goia, que puso de relieve el peligro que suponía para el hospital donostiarra dejar de ser un referente en el sistema sanitario público vasco.
De la misma forma, habría que hablar de la integración de las tres cajas de ahorro vascas que ha supuesto que la sede y el centro de decisión y operativo del Kutxabank, el banco resultante, esté en Bilbao y no en alguna de las otras dos capitales vascas o que el centro tecnológico Tecnalia, tenga su sede central en Bizkaia, cuando Gipuzkoa contaba con el mayor número de centros tecnológicos de todo Euskadi, entre ellos, la propia Tecnalia, que dio nombre a la fusión de todos ellos. Por no referirnos a Euskaltel, que se ubicó también en Bizkaia, a pesar de los ímprobos esfuerzos que en aquel tiempo hizo la Diputación Foral de Gipuzkoa para que se quedara en el territorio, recordando la antigua Red Telefónica Municipal de San Sebastián, que funcionó desde 1909 hasta 1970, siendo una de las pioneras e innovadoras de todo el Estado.
Si se hace un repaso de las sedes sociales de empresas y organismos públicos de este país, exceptuando el Gobierno Vasco y el Parlamento Vasco, el balance es desolador para Gipuzkoa. Bizkaia cuenta con 23, como son las de EITB, EHU, SPRI, EVE, ETS, etc. y Araba con 20, entre ellas, las de Osakidetza, Ertzaintza y academia de Arkaute, etc., que son las más importantes a la hora de disponer de notables recursos financieros públicos y que cuentan con unas significativas plantillas de trabajadores. En Gipuzkoa, se asientan las sedes de Musikene, HABE, Instituto Etxepare, Orquesta de Euskadi y el Museo Vasco del Ferrocarril, todas ellas vinculadas al mundo de la cultura y de la promoción y desarrollo del euskera, cuya actividad y efectos en términos económicos es sensiblemente menor. Todo un ejemplo de modelo equilibrado de país, en el que no se ha tenido en cuenta la realidad económica, social y demográfica de sus territorios.
