Parece que el lehendakari Imanol Pradales, ha venido del viaje que ha realizado a esta semana a Bruselas y Luxemburgo, donde ha mantenido reuniones con responsables de instituciones europeas, con cierta preocupación por la situación política y económica que se registra en la Unión Europea (UE), a juzgar por el contenido de su intervención en la clausura de la XII edición del Foro Mondragón, que reunió en Donostia, a algo más de 400 directivos y miembros de los consejos rectores de las cooperativas asociadas a la corporación de Arrasate para reflexionar sobre asuntos de carácter estratégico.

En su intervención, Pradales animó a los presentes a “pisar el acelerador” ante la transformación que está registrando Europa, en cuestiones tan importantes como la innovación, la economía verde y la descarbonización y donde “nos estamos jugando nuestro futuro como país”. En definitiva, ser parte activa de la nueva estrategia que se está llevando a cabo para la reindustrialización de Europa.

Curiosamente, la intervención del lehendakari Pradales, coincide con la publicación de un artículo en el prestigioso diario económico Financial Times en el que la experta neerlandesa en políticas tecnológicas, Marietje Schaake, señala a la Corporación Mondragon como un ejemplo de éxito dentro del panorama europeo de innovación tecnológica y alternativa al modelo de crecimiento acelerado de Silicon Valley. Tomando como referencia el informe Draghi, la autora considera que el modelo cooperativo de Mondragon, basado en valores y en un crecimiento sostenido y democrático, podría ser una fuente de inspiración para los futuros desarrollos tecnológicos europeos.

Sea como fuere, lo cierto es que Europa se encuentra en una situación económica de estancamiento y recesión, provocada por una importante crisis industrial, fundamentalmente, en Alemania, debido a la delicada situación que atraviesa el sector de la automoción, que, como estaba previsto, está ya afectando en cascada a nuestras empresas.

Los últimos datos de facturación de la industria vasca, dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística (INE), revelan una caída en el pasado mes de septiembre del 9,5% en relación al mismo mes de año 2023, mientras que en el Estado la cifra de negocios descendió un 1,3%, lo que supone una diferencia del 8,2%. El descenso en lo que va de año también resulta significativo, ya que, el acumulado de los nueve meses de este año, ha sido del 6,1%. Las exportaciones vascas también han registrado una caída del 7,3% en el pasado mes de septiembre, según datos dados a conocer por el Instituto Vasco de Estadística (EUSTAT), que ponen en evidencia que la industria vasca está perdiendo posiciones ante el debilitamiento de Europa.

Y ante ello, es preciso reaccionar con la mayor prontitud si cabe, para no perder competitividad en el terreno industrial que forma parte del ADN de la economía de este país. Euskadi se encuentra ante el gran reto de seguir siendo un país eminentemente industrial y con una referencialidad propia en el conjunto de la UE.

Como muy bien decía el presidente del Círculo de Empresarios Vascos y de CAF, Andrés Arizkorreta, durante su conferencia en el foro empresarial del DV, Euskadi se está quedando rezagada y “es necesario apostar por la industria como objetivo de país”, un sector que es la base fundamental para mantener el estado de bienestar social y garantizar el progreso y desarrollo de sus ciudadanos.

Basta hacer una comparativa en indicadores macroeconómicos para comprobar como en los últimos años Euskadi ha perdido posiciones no sólo respecto al conjunto de las regiones europeas, sino también con algunas españolas como, Madrid o Catalunya. Por ejemplo, en el mapa estatal de los centros de datos, que promueven los gigantes tecnológicos estadounidenses, así como potentes fondos de inversión extranjeros y compañías eléctricas estatales y que supone una movilización de recursos financieros entre 25.000 millones y 30.000 millones de euros, Euskadi no aparece por ningún lado. La cuestión no es baladí porque se estima que el impacto de estos centros de datos en el conjunto de la economía será de alrededor de 80.000 millones de euros.

La realidad obliga a volver a apostar de manera decidida y firme por la industria desde unos nuevos parámetros basados en la inversión en conocimiento, tecnología e innovación desde la asunción de un liderazgo que sepa intuir el futuro y adelantarse a lo que está por venir. No es una tarea difícil, porque este país ya ha sido protagonista en el pasado de importantes transformaciones industriales, que supusieron un gran coste económico y social, al abandonar la industria pesada de los altos hornos y los astilleros por nuevos negocios que ofrecían grandes oportunidades de futuro como las energías renovables, automoción, aeronáutica, telecomunicaciones, etc.

Y para eso es necesario contar con liderazgos fuertes y comprometidos y una hoja de ruta que, a día de hoy, carecemos a la espera de que, dentro de medio año, -en el mejor de los casos-, una consultora externa al departamento de Industria elabore el plan de Desarrollo Industria de este país.

Entretanto, sus autores bien podrían profundizar en la tesis que plantea el investigador principal del área de Internacionalización y Servitización de Negocios de Orkestra-Instituto Vasco, Bart Kamp, que, en último número del boletín de la entidad, recoge dos aspectos que pueden condicionar la aplicación de las medidas que recoge el informe Draghi.

Para Kamp, la diferencia de la estructura de especialización económica y la respuesta del sector privado a las inversiones básicas de los agentes públicos que existen tanto en Europa como en Estados Unidos no van a contribuir a reducir la brecha tecnológica, productiva y de innovación existente con el país estadounidense. Es más, “postulo que, si los Estados Unidos implementaran medidas similares, sacarían más provecho de ellas que si la UE pone en práctica las acciones que propone el informe Draghi”, señala Kamp.

En su artículo, el investigador de Orkestra señala que la economía estadounidense está más orientada a los usuarios finales o desarrollan negocios relacionados con productos y servicios finales, lo que da lugar a innovaciones más disruptivas que tienen un impacto más visible e inmediato en el cliente y en el mercado de los bienes de consumo. Por su parte, la economía europea se centra en la producción de bienes intermedios que, a pesar de que fomenta una innovación continua, sin embargo, sus clientes, son más cautelosos ante las novedades y prefieren soluciones probadas.

En lo que se refiere a la inversión pública, en Europa se produce un desplazamiento o limitación de la inversión privada, lo que, junto a una mayor aversión al riesgo y unos hábitos de ahorro más conservadores, se reduce el efecto de arrastre del sector público sobre el privado. Una situación que no tiene parangón con Estados Unidos, donde la inversión pública puede catalizar a la privada al contar con una mayor disposición al gasto y un uso más extendido al crédito con una mayor integración de su mercado interno. Y todo ello, sin contar con un factor que no contemplaba Draghi a la hora de elaborar su informe: El regreso de Trump a la Casa Blanca. Por eso, no hay tiempo para la espera, ni a la autocomplacencia.