El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca va a reforzar, aún más si cabe, el nacionalismo económico, es decir, el proteccionismo de la industria y de las empresas propias impidiendo las actividades de las compañías extranjeras en el país, lo que pone en entredicho las normas del libre comercio internacional. Para ello, Trump, según anunció en su campaña electoral, se va a valer de la imposición de aranceles de entre el 10% y el 20% a todos los productos procedentes de cualquier país del mundo, que, en el caso de China, gracias a la particular guerra geopolítica y económica que mantiene Estados Unidos, se elevará al 60% y al 100% en los vehículos eléctricos.
Las políticas proteccionistas en defensa de la industria y del tejido empresarial propios y preservar el empleo oriundo, lo que supone obstaculizar la entrada en sus mercados de empresas extranjeras, no son nada nuevo, aunque cada vez más, se están aplicando de manera más intensa en todas las grandes economías del mundo, bien de manera sutil, como puede ser la aprobación de nuevas normas de homologación de productos, o mediante la obligación de establecerse con plantas productivas para la fabricación de productos específicos. Este escenario no solo se va acentuar de manera importante en Estados Unidos con la era Trump, sino que ya existe en otras zonas como Asia-Pacifico u Oriente Medio, concretamente, en los países del Golfo Pérsico.
Algunas empresas vascas, como CAF y Orona, entre otras, han sufrido las consecuencias de este nacionalismo económico en países como Estados Unidos, Canadá o Alemania, por poner unos ejemplos, a través de la suspensión unilateral de contratos de suministro de material, la adjudicación a “dedo” de concursos a favor del fabricante local o la elaboración de nuevas normas ad hoc para impedir la venta de productos más innovadores y con mayor tecnología que los fabricados por las compañías del país.
Ante esta disyuntiva y con el temor de que Trump pueda poner en cuarentena el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México (NAFTA), muchas empresas vascas se van a ver obligadas a implantar sus fábricas en Estados Unidos si quieren acceder a su mercado, sobre todo aquellas instaladas en el país azteca, que se ha convertido en una especie de zona franca para poder entrar con sus productos en el vecino del norte. México, que cuenta con una mano de obra barata, puede ser uno de los grandes damnificados, de la política que aplicará el nuevo presidente de USA.
A ciencia cierta nadie se atreve a vaticinar cual va a ser la política económica de Trump porque es una persona imprevisible que no funciona con parámetros políticos o diplomáticos al uso, sino que actúa desde su particular visión de “hombre de negocios”. Trump tiene claro que el libre comercio perjudica a Estados Unidos con lo que sus políticas proteccionistas van a estar basadas en el criterio de preferencia de los intereses económicos estadounidenses desde un planteamiento de bilateralidad. Los acuerdos multilaterales o las instituciones supranacionales no tienen cabida en este contexto.
En función de ese pragmatismo y para evitar una escalada de precios con la consiguiente inflación y un enfriamiento abrupto de la economía de Estados Unidos, Trump, teniendo a China como su principal rival comercial, puede tratar de negociar con el resto de sus socios comerciales nuevas condiciones, bajo la amenaza de aplicar el gravamen arancelario del 20%.
Lo que está claro es que Trump va a impulsar la minería con la extracción de materias primas, las denominadas tierras raras, que se utilizan en productos electrónicos, baterías, catalizadores, etc., para evitar la dependencia de China que controla este mercado en el mundo y abaratar sus costes. También habrá un regreso a la industria petroquímica y a la explotación del fracking, con el objetivo de que Estados Unidos se convierta en el primer productor de petróleo del mundo.
En este campo, empresas vascas como Tubacex, que cuenta con siete plantas en Estados Unidos, tiene por delante un escenario de grandes oportunidades, al que hay que añadir su importante actividad en el negocio de la captura y almacenamiento de CO2, un sector que contaba con la financiación de la Administración Biden y que parece seguirá con Trump. Es una actividad relacionada directamente con la descarbonización, ya que ese CO2 que desprenden la industria se captura para su almacenamiento y transformación en amoniaco que es la base para la producción del hidrógeno verde.
Sin embargo, la política energética de Trump no contempla los incentivos y las subvenciones a las energías renovables como la eólica y solar, donde empresas vascas como Iberdrola, Ingeteam o Siemens Gamesa tienen una importante exposición, aunque en el caso de la primera y la segunda tienen otros negocios relacionados con las redes de transmisión de energía y los cargadores de vehículos eléctricos, respectivamente. Aunque la realidad a veces es muy tozuda y puede cambiar el escenario, ya que las inversiones en digitalización, inteligencia artificial y centros de datos demandan mucha electricidad para su funcionamiento.
El sector aeroespacial, donde existen dos operadores privados que lanzan cada semana al espacio dos cohetes tripulados, puede recibir un nuevo impulso del que se beneficiaran varias empresas vascas con importante presencia en este sector. Por no hablar del negocio de los componentes de automoción donde están presentes empresas como Cie Automotive, Gestamp o Teknia, que cuentan con un número importante de centros productivos en Estados Unidos, por lo que se sitúan en una posición de privilegio en esta nueva etapa política, dada la importancia del sector del automóvil en ese país.
Este desarrollo de las capacidades industriales y tecnológicas de Estados Unidos, que viene del Gobierno de Biden con la puesta en marcha de la ley de Reducción de la Inflación (Inflation Reduction Act, IRA), –que contempla más de 500.000 millones de dólares para incentivar la industria–, y que, con toda seguridad, Trump no la desmontará por el gran efecto que tiene en algunos Estados de USA, va a suponer agrandar todavía más la brecha tecnológica entre la primera economía del mundo y Europa.
La llegada de Trump a la Casa Blanca ha cogido a Europa en una situación de gran debilidad y de estancamiento económico, hasta el punto de que los expertos advierten de que el aumento de los aranceles en Estados Unidos puede provocar que la Eurozona entre en una recesión en toda regla. Y eso, sin haber hecho los deberes como bien ha dicho el exprimer ministro italiano Mario Draghi, autor del informe donde establece la necesidad perentoria de movilizar 800.000 millones de euros anuales para que Europa mantenga su competitividad frente a Estados Unidos y China. “Si las indicaciones del informe eran ya urgentes, dada la situación económica que tenemos hoy, ahora son todavía más urgentes”, ha dicho.
La debilitada situación económica europea va a afectar en el muy corto plazo a las empresas vascas, sin que en este país tengamos todavía un modelo lo suficientemente sólido para realizar el tránsito de nuestra economía a la realidad del siglo XXI, al igual que se hizo hace más de 30 años. Este país tiene los instrumentos necesarios en las instituciones para que, desde una acción multidisciplinar por parte de todos los actores concernidos y desde un liderazgo sólido y comprometido, se pongan en marcha políticas de atracción de nuevas inversiones utilizando nuestra proyección exterior y las potencialidades que tiene el Concierto Económico con determinación y audacia. Se trata de poner en marcha el auzolan económico del siglo XXI.