Llama la atención que, de manera periódica, desde el entorno empresarial se ponga el absentismo laboral, al igual que la ausencia de perfiles profesionales cualificados para poder contratar e incorporar a sus plantillas, como uno de los problemas que más están afectando al desarrollo en el día a día de nuestras compañías, sin que nadie sea capaz de plantear alguna medida conducente a su resolución. Da la impresión de que el absentismo laboral va a ser un problema que se va a enquistar porque nadie quiere meter mano a un asunto en el que parece que la inacción por parte de todos los agentes concernidos en este asunto forma parte de lo políticamente correcto.
Sorprende que en un asunto de esta naturaleza que afecta a la competitividad de nuestras empresas no se tenga ya un diagnóstico de situación, con el fin de poner en marcha medidas que corrijan de alguna manera sus consecuencias, teniendo en cuenta que hace dos años se puso en marcha, dentro de la Mesa de Diálogo Social, un foro de reflexión en el que participan la patronal, los sindicatos CCOO y UGT, diferentes departamentos del Gobierno Vasco, INSS, Osalan y las mutuas.
La persistencia del absentismo laboral, junto con otros aspectos negativos que se configuran en el escenario socioeconómico vasco, pueden ser determinante a la hora de situar a Euskadi fuera del foco de la inversión, en favor de otras zonas, teniendo en cuenta que los inversores son globales y actúan desde esos parámetros. Lo que está claro es que es un factor que puede suponer un lastre para el crecimiento económico y, por ende, en la creación de empleo.
Desde la dificultad que existe de sintetizar las causas que han originado el problema, ya que las razones son múltiples y variadas, por lo que la solución se antoja compleja, la cuestión está en cómo afrontar de manera eficiente un asunto en el que cada uno de los actores concernidos tiene una visión diferente en el análisis y, en consecuencia, en sus conclusiones. Lo que está claro es que, según el registro de la Seguridad Social y con datos recogidos por la patronal vizcaína Cebek, los vascos faltan una media de 22 días al año por una baja laboral motivada por una Incapacidad Temporal (IT), tanto por contingencia común, como profesional, el doble que hace una década. Este dato hace que la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) sea la segunda de todo el Estado con más ausencias por enfermedad, por detrás de Galicia y por encima de la media estatal, que se sitúa en los 16,8 días.
Si se toma como referencia los datos elaborados por la Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo (AMAT), los procesos de baja originada por una Incapacidad Temporal (IT) solo por contingencias comunes, es decir, aquellas que no son de carácter laboral y, por lo tanto, son atendidas, en nuestro caso, por Osakidetza, crecieron en la CAV en 2023 un 6,24%, hasta alcanzar los 266.588 trabajadores. Según AMAT, la duración de las bajas laborales en la CAV el año pasado, fue de 43,19 días, lo que supone un incremento del 6,7%. En términos de incidencia media mensual, la CAV, con 31,9 por cada 1.000 trabajadores, se sitúa en el quinto lugar, por detrás de Navarra, Catalunya, Melilla y La Rioja.
Sea como fuere, lo cierto es que este importante aumento de las bajas laborales por enfermedad debe de disponer cuanto antes de un diagnóstico lo más certero posible desde un planteamiento compartido y plurisdisciplinar a nada que vayamos analizando su origen. En este sentido, afecciones como la ansiedad o la depresión suponen el 24% de las contingencias comunes porque no se consideran enfermedades profesionales, a pesar de que algunos casos pueden tener su origen en el ámbito del trabajo. Este tipo de enfermedades se sitúan por detrás del 50% que suponen las musculoesqueléticas y que tienen su origen laboral.
Ese incremento de las enfermedades mentales, que se viene acentuando desde la pandemia del covid-19, no parece que esté vinculado al capricho del trabajador por quedarse unos días en casa, sin acudir al puesto de trabajo, sino que su origen puede estar ligado a una sobrecarga del trabajo por tener unas plantillas superajustadas debido a una mala planificación de la actividad por parte del empresario o a la decisión voluntaria de no reforzar o ampliar el número de trabajadores. Este problema se da con mucha frecuencia en todos los ámbitos económicos, no solo en el privado sino también en el público.
Por eso, no tiene mucho sentido, como hace alguna responsable empresarial vizcaina, en tildar de insolidarias y carentes de conciencia social aquellas bajas que se alargan más de lo necesario, sin tener en cuenta que un trabajo que se desarrolla en unas condiciones en las que el empleado no cuenta en su alrededor con los recursos humanos suficientes para llevar a cabo su cometido, provoca una situación de tensión y estrés tal que tiene como resultado la incapacidad temporal.
De la misma forma habría que plantearse una agilización en la tramitación de las bajas y de las altas, con el fin de reducir la burocracia de la gestión y las listas de espera de Osakidetza, que se ha convertido en un problema estructural por el menor número existente de médicos de familia. La saturación de Osakidetza hace que los procesos se alarguen más de lo que debieran.
El hecho de que un alto porcentaje de trabajadores cobren complementos o tengan mejoras por hallarse en situación de incapacidad temporal por contingencia común recogidos en los convenios colectivos puede ser una de las causas que provocan este aumento de las bajas laborales. Algunos se atreven ir más allá, como la patronal de las mutuas, que plantea suprimir o reducir esos complementos, aunque una medida tan generalista como esta sin fijar especificidades se antoja, cuando menos, un tanto arbitraria, porque pueden pagar justos por pecadores.
De cualquier modo, hay aspectos socioeconómicos que están influyendo en esta situación como la variable de la tasa de paro, cuya evolución va en paralelo al aumento o descenso del absentismo laboral. A mayor desempleo, menor número de bajas laborales, y viceversa. De la misma forma que el nivel salarial de los trabajadores tiene una relación proporcional con esta cuestión, o formar parte de la plantilla de una gran empresa, o trabajar en una pequeña compañía. A mayor tamaño, más bajas laborales. Por sectores, también es indicativo que en el público, que tiene una gran incidencia en la CAV, se registran unos índices de absentismo que superan ampliamente al privado, y ello está directamente relacionado con que los salarios medios en la Función Pública son superiores a los de la iniciativa privada, existe una mayor estabilidad en el empleo y una jornada laboral más corta. Asimismo, en cuanto a actividad, la industria registra más bajas laborales que la de los servicios.
Con estos datos en la mano, la conclusión que se extrae no puede ser más convincente. O los vascos, a pesar de contar con un buen sistema sanitario público, tenemos una mala salud en términos generales o, por el contrario, habrá que colegir que algunas de esas bajas laborales no parecen que estén justificadas por causas médicas de peso, con lo que las medidas a tomar para paliar esa situación deberían ser drásticas, tanto en un sentido como en el otro.
Abandonando cualquier planteamiento maniqueo y poniendo encima de la mesa la particularidad de los casos que se presentan y que dan origen a esas bajas laborales, lo cierto es que resulta un sarcasmo comprobar cómo se baten récords históricos de absentismo laboral, en medio de un debate sobre la reducción del tiempo de trabajo o la ampliación del teletrabajo. Una cuestión que requiere urgencia y determinación en la búsqueda de soluciones.