l pasado 21 de febrero, el alemán Alexander Zverev y el estadounidense Jason Brooksby se enfrentaron en la primera ronda del Torneo de Acapulco de tenis. Como era el tercer partido de una jornada que arrancó a las 18.00 horas, el duelo empezó a la 1.30 horas y acabó a las 4.55 de la madrugada. Es uno de los récords (el de partido de tenis que termina más tarde) más absurdos de la historia del deporte. Que el Nadal-Djokovic del martes pasado finalizara a la 1.27 horas del miércoles parece pecata minuta comparado con el precedente de Acapulco. Las sesiones nocturnas son cada vez más frecuentes en el tenis (sesiones golfas, les llaman), pero uno no esperaba que Roland Garros, ergo Francia, cayera en semejante disparate. Francia es uno de esos países que se rige por horarios razonables. Los irracionales horarios en el tenis son de sobra conocidos en el fútbol. No hay deporte que desprecie más al aficionado que paga religiosamente su abono. Las televisiones y el maná de dinero que reparten a los clubes mandan por encima de todo. Lo peor es que esos horarios intempestivos ganan peso, sea el deporte que sea. El estreno de las semifinales de la ACB entre el Madrid y el Baskonia arrancó anoche a las 22.00 horas. Al menos, a diferencia del tenis, en el baloncesto sabes cuándo empieza el partido y cuándo acaba (si no hay prórroga). l