artin-de-Viviès es un pueblo francés a medio camino entre África y Australia. Quizá llamarle pueblo sea demasiado, porque no tiene nada que pueda haber en uno. No hay una iglesia, tampoco un campo de fútbol, ni un bar ni un supermercado. Tampoco parece que jamás vaya a pasar una etapa del Tour. Martin-de-Viviès, que diremos más bien que es un campamento, se encuentra en el norte de una isla llamada Ámsterdam. En el oeste de la isla, de unos diez kilómetros cuadrados, acantilados de 700 metros de altura dan a un mar que dificulta mucho que ningún barco se aproxime. Juan Sebastián Elkano, que descubrió la isla en 1522, desechó la idea de poner pie a tierra. De hecho, salió de la zona sin darle un nombre al enclave. En 1949, Martin-de-Viviès capitaneó a diez hombres que instalaron el campamento. El que llevaría su nombre. Hoy 20 científicos viven en una de las dos bases que controlan la contaminación atmosférica del planeta. Quien supera el año de estancia debe ser examinado por un médico llegado desde la metrópoli, cuenta Judith Schalansky en su Atlas de islas remotas. Para ver cómo le afecta la soledad. Agua a 3.000 kilómetros a la redonda. Suficiente para ahogar hasta al espíritu más fuerte.