an diez días de 2022 y seguimos sin saber por dónde salir. Por mucho ruido que metamos. La vida es incierta, aunque vivamos pensando que todo es seguro y eterno. Quizá comenzamos la semana en la que se frene la sexta ola. Con un 90% de personas vacunadas, las consecuencias del contagio -que existen- son mucho menores que los de hace un año. El problema, en cambio, es general. Social. De todos y todas. Por mucho que cada vacunado tenga menos opciones de desarrollar una enfermedad grave, a mayor número de personas contagiadas, serán muchos más los que en términos absolutos precisen de ayuda hospitalaria. Y una vez el riesgo individual creemos que es menor, lo que pase en los hospitales, pensamos, "no es mío". Las próximas dos o tres semanas son claves para nuestros hospitales. Unas nuevas medidas sociales no llegarían a tiempo para mitigar nada que ojalá no se complique en este tiempo. Van demasiados meses en los que el deseo confunde la realidad, que siempre termina por imponerse. Hay días en los que la niebla, por mucho que soplemos, tarda en levantar. Si es que escampa. Meter ruido sirve de poco. Juan Ignacio Pérez Iglesias despidió 2021 con un comentario: "En medio de un panorama tan acelerado y tan confuso, echo de menos algo de sosiego". Hará falta.