na familia estadounidense está haciendo campaña en favor de la vacunación después de que su hija de 45 años y madre de dos hijos falleciera a causa del coronavirus tras decidir no inocularse ninguna de las vacunas disponibles por miedo a los efectos secundarios. Después de ese trágico desenlace, sus allegados quieren concienciar a la gente del peligro que puede conllevar una decisión de tal calibre ante el avance de la nueva variante delta, que ya causa el 75% de las infecciones en Euskadi. Al leer la noticia, me acordé de algunas conversaciones que he tenido con personas que tampoco quieren vacunarse justificando su postura, normalmente, por la novedad de tratamientos "poco probados", afirmación que cabe matizar cuando ya se han administrado más de 3.500 millones de dosis en todo el mundo. A pesar de ello hay quienes no quieren pasar por ese proceso. Sin embargo, muchos de los que eligen no hacerlo, por la razón que sea, optan también por el silencio hasta que no tienen más remedio que contestar a esa pregunta tan manida que ya hemos incorporado a nuestras conversaciones rutinarias: ¿y tú cuándo te vacunas? Miedo a la inyección y miedo a decirlo por temor a ser juzgados, cuando lo que les debería preocupar es cómo evitar el contagio.