i usted está fuera de las redes sociales, cosa que, por otra parte, le recomiendo por salud mental, permítame contarle un cuento de terror, el de un tiktoker mallorquín de 19 años que, en una entrevista con otro par, ha confesado entre risas que cuando mantiene relaciones sexuales lo hace sin preservativo y eyacula dentro bajo la mentira de que se ha operado para no tener hijos. La cultura de la violación, vaya chanza. El pieza se llama Naim Darrechi, es un influencer antiabortista con 26 millones de seguidores en su canal, la mayoría de ellos menores, y dice que el preservativo le molesta, aunque su única preocupación real es que después de haberlo hecho tantas veces sin condón no ha dejado embarazada a ninguna mujer. El método empírico, la masculinidad frágil. El hecho en sí mismo es deleznable, asqueroso, repugnante y, ahora, gracias a la Ley del solo el sí es sí, seguramente, delito. Alardear de ello, como que cuatro jóvenes donostiarras monten un debate en Twitch sobre matar homosexuales a golpes, demuestra, por otra parte, que no son fenómenos aislados tampoco entre la juventud. Ratas sin suelo ético que no saben que lo son -aunque, quizá, un psicópata nunca sea consciente de que lo es-, con perdón para las propagadoras de la peste, algo menos peligroso hoy en día que el estercolero que es la Red.