as expresiones marcan el carácter de una cultura, de un pueblo, de una persona. A veces, esos axiomasheredados pierden con el paso del tiempo su condición de aforismo para convertirse en cosa del pasado. ¿Acaso no ocurre con todo el refranero relativo a la meteorología? El cambio climático ha relegado esa sabiduría popular a un segundo plano. Las reglas han cambiado, el tiempo también. Existen otras expresiones que se convierten en sentencias aunque no tengan base experiencial ni lógica. Se deducen de supuestas verdades que reiteradas una y otra vez recalan en nuestro pensamiento convirtiéndose en parte de nuestra sintaxis ¿A la tercera va la vencida? Las nuevas costumbres también nos dejan expresiones aprendidas. Me pregunto cuáles serán las que heredaremos de la pandemia. ¿A palabras necias..., mascarilla en la boca? Pero si hay una frase lapidaria que, tras quince años viviendo en Gipuzkoa, todavía me sorprender oír es...: Tengo un ojo para Tudela... Como tudelana, admito que me chirría como supongo que lo hará nuestra versión conquense a los de Cuenca. ¡Si tampoco está tan lejos! Y luego están esas frases entrañables que escuchas en tu círculo cercano y te preguntas sin mucho éxito de dónde han salido. Aquí van algunas perlas: Vete a hacer canutillos de regaliz, mecagüen la cría del sol, tranquila como la abuela.