l andaluz es gracioso, el catalán es tacaño y el gallego, reservado. Estereotipos. Por esta regla de tres, los vascos somos trabajadores, nobles, discretos y tenemos ciertas dificultades en el terreno sexual (aquí hay material para una tesis doctoral). Los guipuzcoanos, a esos cuatro topicazos, suman algunos otros como que son poco dados a fanfarronear o que son comedidos en el éxito. Imanol Alguacil rompió de cuajo este y otros tópicos al acabar la final de Copa. Su viral celebración, a grito pelado en "modo aficionado", no encaja en ninguno de nuestros estereotipos y es quizás este el motivo por el que nos sentimos identificados con él. Todos en algún momento hemos vivido episodios parecidos después de una situación de tensión emocional prolongada. Hay quienes tiran de llorera y otros que liberan las emociones al ritmo de cánticos. Imanol es de los segundos. Inolvidable fue la escena del sábado pasado, como inolvidable fue la de julio, cuando en el vestuario del Wanda Metropolitano, tras lograr la clasificación para la Europa League, dirigió la celebración aporreando el baúl del material. Puro sentimiento. ¿Carácter guipuzcoano? Y tócala otra vez, Asier, porque significará que no hemos tenido que esperar otros 34 años para levantar un trofeo.