l carguero gigante que encalló en el canal de Suez nos ha puesto de frente que el mundo y sus cosas se siguen moviendo a pesar de la pandemia. La gran nave, llena de contenedores embarcados en China y con destino a Rotterdam vía Egipto, colapsó durante varios días el comercio internacional, hasta que pudo ser enderezada y liberada ayer. De repente, vemos que no solo los camiones nos acercan hasta el supermercado los productos que consumimos. Los pesos pesados de la carretera no podrían transportar casi nada si estos enormes buques no los llevaran antes en sus cajones. Los aviones, aunque no nos acordemos, también trasladan muchos alimentos frescos, desde esa carne argentina que hacía las delicias de los comensales de muchas sidrerías, cuando se podía ir, hasta los pimientos del piquillo y espárragos que llegan de Perú. Un pequeño repaso por la despensa me demuestra que las cebollas que compré en una red proceden de Holanda y unos puerros, de Bélgica. Según un estudio encargado por Fomento de San Sebastián, la producción local solo daría para el consumo del 3,6% de las hortalizas que comemos en Donostia y del 1% en el caso de la carne. Los lácteos de Kilómetro Cero nos dan para el 48% de la demanda. Si apostamos por lo local, queda mucho trabajo por delante.