ala semana para la convivencia y la memoria en este país. Y lo peor es que lo ocurrido no tiene ningún viso de enmienda, con lo que eso supone de lastre para ir cerrando las heridas. La negativa de la mayoría del Congreso de los Diputados a desclasificar documentos para reabrir la causa judicial del caso de Mikel Zabalza y la reacción de la izquierda abertzale a las mociones municipales que piden poner fin a los homenajes a los presos cuando regresan a sus pueblos forman las dos caras de la misma moneda, la que expresa falta de consideración hacia aquellas víctimas que no son las nuestras, condenando, de paso, a la sociedad vasca a una memoria coja y una convivencia desconfiada. Son posturas hechas desde el egoísmo de las siglas, que sacrifican las justas reclamaciones de las víctimas por salvar su propia trayectoria. Porque son víctimas las que en un caso exigen el esclarecimiento, 36 años después, de la muerte de un joven en dependencias policiales y también son víctimas las que piden no ahondar en el dolor, prescindiendo de actos públicos de bienvenida que solo sirven para justificar la historia. En este año en el que se cumple una década de la conferencia de Aiete, sin olvidar todo lo bueno que ha traído la paz, paradójicamente, el alejamiento temporal respecto de aquel momento parece que está enquistando algunas posiciones.