l problema de la vivienda no es la bronca entre PSOE y Unidas Podemos, sino las familias estranguladas por hipotecas y los jóvenes que antes que un piso deben buscar la pareja con la que compartir el alquiler. Realidades selladas por un manto abstracto y sin forma conocida, llamado mercado. El problema de la vivienda actúa como levadura de la desafección política en determinados sectores sociales, pero a la resignación de no poder acceder a una vivienda digna se le empiezan a ver las costuras. Ante ese alejamiento de la política, más política, que es el arte de construir la polis, comunidad que compartimos. Y ahí encaja lo privado, que en origen fue y debería seguir siendo lo que se priva de lo público. No al revés, como algunas corrientes de la historia económica reinventan. La privada es en ocasiones la manera más eficaz de ofrecer un servicio cuyo objetivo sea el beneficio de la polis. En el caso de la vivienda, pocas veces conviven hoy el derecho político y el mercado como mejor forma de ofrecer ese servicio. No solo no conviven, sino que hasta chocan. Y como primer paso para darle la vuelta a ese binomio, basta que la política empiece a hacer polis. Todo es política en esta vida. Política: el arte de configurar el espacio en el que vivimos. De configurar la casa en el sentido más radical del término.