emos pasado del cero al uno y, con eso, hemos cambiado de calendario. Pero los problemas que nos afectan siguen siendo exactamente los mismos que hace una semana. Y no en este nuevo 2021. Pasa siempre. Nos gusta hacernos la ilusión de que termina algo y llegan novedades. Vemos los fuegos artificiales que se lanzan en el mundo occidental y nos olvidamos de los que no cuentan los años igual. Nos enviamos buenos deseos de corazón aunque sabemos que el Año Nuevo no llega con una varita mágica que borra todos los males. Y eso es precisamente lo que parecía en los programas televisivos de fin de año, en los que los presentadores se concentraban en maldecir al realmente malhadado 2020, como si la llegada del nuevo número fuese la panacea. No se lo crean. El virus sigue aquí especialmente contento engordando en todo tipo de celebraciones legales e ilegales y las vacunas necesitarán tiempo para llegar a un número suficiente de personas que permita destaparnos los rostros. Algunos se dictan propósitos para el nuevo periodo y otros nos contentaremos con adaptarnos a esta cambiante y contradictoria realidad, que por un lado nos aconseja consumir para que la economía no caiga y por otra nos pide no hacerlo para atajar el covid. Vamos, que seguimos con el lío. Suerte a todos.