na tarde de marzo o abril hizo fortuna una frase propia de altas horas de la madrugada abrazado a una farola. "Saldremos mejores". Una frase que suena a salvavidas pinchado al que agarrarse. Más que una realidad, una creencia que se terminará rompiendo, como cuando tronaba y la amona nos decía "aingeruak, bolotan jolasten!". Si llovía, "aingeruak negarrez". Los ángeles todo lo ven, lo sienten y lo padecen. Quizá por eso lloraban, porque nos portábamos mal (y nos portábamos de horror, a la vista de todo lo que llovía). O quizá porque habían perdido la partida de bolos. Otra vez. Bastaron un par de clases en Primaria y algo de tiempo para desmontar aquella idea del mundo que nos contaron para protegernos y que no preguntáramos más. Nueve meses de pandemia y ya hay vacunas. Quizá sean la puerta de salida, pero queda mucho para salir. Incluso es probable que salgamos de la pandemia sin haber aprendido a convivir con el virus. Que es como comerse las vainas sin masticar porque no gustan. Con mucha agua y más pan, pero lo sobrellevas. "Saldremos mejores". Quizá es lo que pensaron los jóvenes de Derio. Fuera les esperaba la realidad. Primero, salgamos. Cómo, ya lo veremos.