ues que ya me han descolocado. Tenía pensado el menú de Navidad y me toca repensarlo. Y es que tiene toda la pinta de que con los aforos, también los domésticos, limitados, a ver quién es el guapo que encarga el cochinillo para ahorrarse unos euros, corriendo el riesgo de estar comiéndolo hasta febrero incluso con nata y para postre. Cuidado, que el tema va a traer cola. El menú es lo de menos. Pensemos en el reparto de los días y las compañías. Cómo le dices a media familia que se olvide de venir a casa, que no se puede, sin ofender, sin que piensen que prefieres a la otra mitad. Cómo explicas a los chavales que en la cena de Nochebuena en vez de estar con los primos de su edad les tocan las tías otogenarias, que son las que más compañía necesitan. Cómo le argumentas a tu madre que en uno de los días que más recuerdos le evoca, no siempre alegres, va a estar rodeada de cuatro gatos y enfadados, porque después de las uvas en vez de poteo toca bingo. Pues pinta feo, muy feo. Aunque si este año el turrón lo comemos entre cuatro, pues que lo comamos con cariño. Con menos marisco, menos ácido úrico. Solo espero que no repongan La gran familia. Sufrir otra vez viendo a Chencho perdido in Plaza Mayor, sería demasiado hasta para mi optimismo.