ace unos años, cuando Catalunya se convirtió en el gimnasio social de Europa entre manifestaciones, vías, cadenas humanas y reivindicaciones que juntaban a centenares de miles de personas, un sector de la inteligentsia catalana pedía llevar una bandera además de senyeras y esteladas: la de esa Europa que vigila hasta cuando no mira. Eran tiempos en los que el centralismo cuyo epicentro es Madrid (un ente político que la periferia reduce a Madrid, aunque Madrid es mucho más que eso) criticó al nacionalismo catalán por envolverse en banderas para tapar casos como el Pujol o protestas sociales contra recortes. Paradojas, en la comparecencia de este lunes ante la situación del COVID-19 en la Comunidad de Madrid solo había dos banderas: la regional y la española. En realidad, 22 banderas, demasiada tela para tan poca tela que cortar: un órgano de coordinación entre ambos ejecutivos. A esas alturas de verano que casi era otoño, un órgano de coordinación. Anuncio hecho entre 22 banderas que distrajeron la atención del contenido y entre las que faltaba una. Ahora que se van a negociar los fondos europeos. La misma que Mariano Rajoy, en el final de su mandato, dejó en el aire como pregunta sin respuesta: ¿y la europea?