an pasado más de 24 horas y aún tengo el corazón emocionado por la película Crock of Gold, que pone en la pantalla la vida del poeta punk Shane Mac Gowan, el yerno que no querría ninguna suegra y, a pesar de ello, un personaje completo que tanto en su juventud como en su actual madurez decrépita consigue, no sé cómo, convertirse en adorable. No diré más por si la ponen en los cines. De cualquier modo, yo la he podido ver gracias al Zinemaldia y la suerte que tenemos de poder descubrir diamantes que difícilmente llegarían a esta pequeña ciudad de Donostia sin esta cita anual, aunque muchas veces nos cachondeemos de ella por la petardez con la que algunos la viven. Gracias también a Spotify por permitirme volver a escuchar algunos de los temas del músico irlandés que seguían adormilados en un fondo de mi cerebro y que han alargado la inyección emocional de la cinta. Una inyección que también se me ha clavado en el estómago con el vídeo que se ofreció en la gala de inauguración del festival y en la que los protagonistas son los barrios de Donostia, con permiso de Rafa Berrio y su canción que los une como una cadena fuerte. Un vídeo que habría que mostrar en los colegios de los barrios de Donostia y de los pueblos de Gipuzkoa. Son también la verdadera capital.