enía con la intención de escribir de otro tema, sí una vez más relacionado con el COVID. Pero de camino al trabajo me he quedado con una imagen que me ha dado motivos para pensar en otra cosa, que no está mal a esta altura de la película. Desde el autobús he visto en una gasolinera varios ramos de flores bien ordenaditos y preparados para que alguien se los llevara a casa. En un primer momento he pensado que es muy triste, que están ahí para que a quien olvide alguna celebración le llegue la inspiración frente al surtidor de gasolina 95. ¡Coña, es el cumple de la ama, le llevo unas florecillas! He sentido pena y ganas de preguntar a los de mi alrededor si en las pocas ocasiones que me han traído a casa flores las han comprado de camino tras llenar el depósito del coche o vaciar el personal. Pero después, el trayecto entre casa y el trabajo da para mucho, le he dado la vuelta a la argumentación y me he autoalegrado el día. Puede que pase lo contrario. Que al final del día quien sea que nos quiera pare en una gasolinera y así, porque sí y sin motivo, decida traernos unas flores. Y eso vuelve a demostrarme que casi todo en este mundo es susceptible a tener más de una lectura y que no siempre la peor tiene que ser la que vale. Apuesto por la segunda opción.