e imagino a Borja Sémper observando la campaña de las elecciones vascas desde la tranquilidad que da la distancia y con el alivio de no verse defendiendo un discurso al que las encuestas que se han conocido hasta ahora le auguran un fracaso total. Ayer, en el palacio Miramar, Carlos Iturgaiz realizó un acto de campaña acompañado por Savater y Pagazaurtundua que pareció un viaje en el tiempo a una Euskadi que ya no existe pero que algunos parecen empeñados en resucitar a base de mensajes increíbles fabricados lejos de este país por personas que todavía piensan que pueden ahormar la voluntad de los vascos a sus rancios esquemas unionistas. Atacar al PNV relacionándolo con la violencia y la imposición es un truco que ya utilizaron en las elecciones de 2001 y que acabó con la fiesta de la victoria arruinada por los 600.000 votos de Ibarretxe. Entonces estaba en juego el asalto a Ajuria Enea y el PP sufría el embate de ETA y la violencia callejera. Recrearse hoy día en aquello para ganar votos es un delirio que lleva a decir, como lo hizo ayer Pagazaurtundua, que votar nacionalismo (vasco, por supuesto, el suyo no lo sienten) es contribuir a hacer realidad "el sueño de Urkullu y Josu Ternera". El virus, la economía, la salud, la educación, etcétera, para qué, si puedo seguir viviendo de este cuento. Todo esto no importaría demasiado si no fuera porque, en alianza con Vox, podrían llegar algún día a la Moncloa. Y ya vemos qué piensan para este país.