ecir que la crisis del coronavirus ha venido cuando la que desató la caída de Lehman Brothers era un recuerdo suena demasiado frívolo, sabiendo que todavía hay víctimas de aquel golpe. Pero es cierto que hasta que llegó el virus, aquel periodo se veía ya desde el retrovisor. Recuerdo que en la vorágine informativa de aquellos días, acabó siendo recurrente afear a los medios porque nuestra tendencia natural a decantarnos hacia el ángulo negativo de las cosas alimentaba un clima general de pesimismo. Casi de forma imperativa se nos pedía un menú que no empachara de cruda realidad a una sociedad que se vio atrapada en los escombros del crédito sin límites. Pero hoy es diferente. Las causas del crack son ajenas a los fundamentos de la economía y su impacto ha sido tan transversal y tan general que no hay altavoces suficientes para dar testimonio de los desastres que ha causado el coronavirus; faltan manos para tomar nota de todos los sectores afectados dispuestos a contar todos los males que les ha causado la economía. Se trata de hacer público el parte de daños para que los que tienen que tomar nota lo incorpren a su agenda. Hoy, somos los medios los que nos sentimos empachados de tanto virus, tanto infectado, tanto ERTE, tanto desempleo, tanta incertidumbre, tanta que hasta este sucedáneo de fútbol que hoy resucita a la Real y al Eibar es el mejor desengrasante.