uestos a buscar algo bueno en todo lo malo que nos ha pasado y sigue pasando, voy a elegir el fin del besuqueo. Besar y abrazar está muy bien, cuando se hace con amor, con cariño o simplemente con ganas o sin desagrado. Pero besar a cualquiera, así, sin más, porque te lo acaban de presentar, a veces no resulta agradable. Además, es una costumbre que se aplica solo a las mujeres, por regla general. Es habitual que al conocer a una nueva persona, esa mujer o ese hombre te plante dos besos en la mejilla con su sudor, su olor, su perfume, incluso, sus babillas. Y quizás no es que esa persona desee besarnos. Es simplemente que, como lo considera de buena educación, lo hace. Para algunos, además, puede ser método de tanteo previo al pasarse de la raya. Pero esa es otra cuestión, que afectará básicamente a los que antes llamábamos pulpos, por sus tentáculos tocones a la mínima. Me da que el besuqueo inmotivado va a ser una nueva víctima del coronavirus. Antes de esta plaga, muchas veces he adelantado mi mano para saludar a los nuevos conocidos o conocidas y me la han estrechado con amabilidad. Pero otras, alguno ha aprovechado para tirar de ella y plantarme los consabidos besos. Bueno, como mucho son dos. En Francia, hasta tres o cuatro.