os años después de llegar a la Presidencia gracias a la moción de censura que con el apoyo de la izquierda y los nacionalistas vascos y catalanes desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa, el principal activo que tiene Sánchez para seguir gobernando pese a esa camaleónica estrategia con la que, en algún momento u otro, ha enfadado a todos sus aliados, es el miedo que provoca la sola idea de imaginar que el timón puede estar en manos de un Gobierno liderado por Casado con el apoyo de Abascal. Cada sesión plenaria en el Congreso a lo largo del estado de alarma se ha convertido en el mejor pegamento de la mayoría que sostiene al Gobierno. Ese discurso que evoca el 36 y el golpismo franquista no deja otra salida que seguir sosteniendo a Sánchez pese a todas sus faltas e incumplimientos, porque la alternativa a su continuidad es una pesadilla que aprovechará la menor oportunidad para la venganza. El PP ha querido salvar su responsabilidad en la corrupción con más España por oposición a un Gobierno sostenido en "comunistas, separatistas y terroristas". Pero en el camino le ha surgido una versión más auténtica, que le ha esquilmado millones de votos y que pretende recuperar extremando todavía más su posición. La estrategia tiene la bendición de Aznar, con lo que está todo dicho.