omar una cerveza hablando a gritos con nuestros amigos por tratar de mantener la distancia social (el reto será conseguir no quedarse afónico cuando la música del bar esté a un volumen considerable); que siga corriendo el aire cuando queramos dar un beso o un abrazo a nuestros seres queridos; tirar mejor de ordenador, tablet o móvil, cuando sintamos la necesidad de vernos con alguien (ahora que ya habíamos aprendido hasta a montar un pintxopote con la cuadrilla por videoconferencia); ir a la compra provistos de guantes, mascarilla y un gel hidroalcohólico de bolsillo como quien coge las llaves o el móvil al salir de casa (serán nuestras nuevas señas de identidad, así que ya es habitual ver mascarillas serigrafiadas, hasta de la Real o del Eibar, y seguro que ya habrá incluso gel con olor a jazmín); toparnos con una mampara (la destreza estará en no chocarte con ella) cuando entremos a cualquier establecimiento; presenciar un concierto dentro de tu coche (como el que ofreció el cantante Mads Langer en Dinamarca, en una imagen más propia de un meme); y, que no se nos olvide, tener las reservas de papel higiénico siempre llenas. Sí, a todo esto nos vamos a tener que acostumbrar en los próximos meses hasta que no tengamos entre manos la ansiada vacuna, el maná del siglo XXI. Esta se supone que es la nueva normalidad.