o por esperados ha impactado menos la crudeza de los datos económicos de marzo, los primeros bajo la parálisis de las medidas de confinamiento adoptadas para combatir la epidemia. En Gipuzkoa, los números hablan de más de 3.000 personas engordando las listas del paro y de casi 8.000 bajas en la Seguridad Social. Además, ayer conocíamos la grave caída en el capítulo de ventas de la mayoría de empresas guipuzcoanas. Una herida de profundidad desconocida en un período tan breve como los 20 días que llevamos bajo el estado de alerta; con todo lo que había costado levantar el andamiaje tras la grave recesión de 2008. Entre las muchas cosas que se perdieron en aquella crisis, la confianza hacia los pronósticos económicos, a la vista de la ceguera con la que nos condujeron tras el olor del crédito ilimitado en una economía sin freno. Eso es lo que se vendía. Cuando todavía no es posible saber el momento de regresar al tiempo preWuhan, un sano escepticismo me parece la actitud más conveniente ante el debate que pretende dilucidar si la economía dibujará una V, una U o una L. Lo que sí sabemos es que salud y economía están mucho más entrelazados de lo que nos gustaría y que las posiciones categóricas en favor de una u otra es lo más fácil cuando no hay que tomar decisiones.