e pregunto si en cada máquina de la OTA de Donostia también van a poner a un trabajador con un trapito para desinfectar las teclas que tenemos que pulsar cada vez que se pasa alguien para sacar el tique, como tenían el otro día en el Congreso de los Diputados a Valentina, con guantes y mascarilla, desinfectando la tribuna de oradores, el micro y la barandilla cada vez que sus señorías se pasaban por allí. Pero resulta que no, que aquí lo de aparcar y marcar en la maquinita la hora, la forma de pago y todos los numeritos y letras de nuestra matrícula, que es toquetear mucho más de lo que lo hace cualquier político del Congreso cuando lee sus papeles, corre de nuestra cuenta. Para colmo cuántas veces no funciona el modo tarjeta y hay que repetir la operación con monedas. Ah, que aquí sí aceptan monedas en plena crisis del coronavirus, no como en los autobuses y en tantas tiendas. Lo que son las cosas, todavía no había hecho la compra en esta crisis coronavírica porque me ahuyentan la colas kilométricas y ayer en un supermercado que vi medio despejado me ofrecieron nada más entrar gel hidroalcohólico y unos guantes tipo frutería o gasolinera. "Es por su seguridad", me dijeron. Me sentí un privilegiado porque se preocupen por mi salud. Luego, puse la OTA y se me pasó.