Tres grupos políticos, que representan un tercio del electorado, abandonaron ayer el salón de plenos del Parlamento de Navarra al inicio del debate de una moción presentada por Vox. Este partido traía varias medidas contra la inmigración ilegal, medidas que en su conjunto fueron desestimadas por el resto, tanto por los que se ausentaron un rato como por los que atendieron su sermón. Así funciona la democracia, a veces por goleada: 48-2.

Es un error, un grave error. Y no me refiero al sentido del voto, que allá cada cual con sus pactos, programas y aritméticas. Hablo de la negativa a escuchar al Otro, del rechazo a discutir, de la renuncia a ofrecer un discurso alternativo sobre un asunto que, se quiera o no, preocupa en la calle. Hablo, sí, de evitar la confrontación de ideas, de eludir la responsabilidad de comparar soluciones. Mucho se critica que los diputados se limiten a apretar un botón, y cuando tienen la oportunidad de ejercer de ideólogos van y se abstienen de combatir con la palabra al adversario, de defender con elocuencia y rigor sus propias propuestas.

Tal vez piensen que no hay ningún problema con la inmigración ilegal, y en tal caso podían haberse quedado para explicarlo con datos. También podían haberse quedado si opinan que el problema en realidad es Vox, y demostrarlo con argumentos. Todo parece más oportuno que retirarse antes del partido y dejar así, por cierto, que sólo se oigan las razones de quien se pretende silenciar. La estrategia recuerda a la del niño que cierra los ojos y cree que de esa forma el malo desaparece. Quien desaparece es el niño mientras el malo hace y deshace sin testigos. No aprendemos.